30 de mayo de 2021. Los calores de este mayo pandémico recuerdan el nacimiento de Raúl Gómez Jattin, hace 76 años a orillas del río Sinú en Cereté y que ya hace 24 años de su muerte accidental en la amurallada Cartagena. Lugares y fechas que marcaron el inicio y el final de una vida marica, que como narra en los poemas publicados en 1993: “el esplendor de la mariposa”, fue un periplo invernado por el desprecio de la oruga, embellecido por el sol de la resistencia al levantar sus alas y marcado por el rechazo de su diferencia hasta conducirle a la locura bajo la lluvia y los primerizos mameyes del invierno.
Su pueblo, como él lo narra en su primera recopilación, “tríptico cereteano”, guarda en su denso aire lo mejor de su inspiración, en la casa de la cultura su la obra y textos inéditos se custodian hoy como el tesoro más homoerótico del Caribe, en las mismas calles cuyas ventanas desvencijadas recuerdan los estruendos que se producían al ser cerradas ante su paso, por el rechazo que despertaba a coterráneos y vecinos. Raúl es el más grande poeta de estos suelos tropicales, que hizo de su composición irreverente una herramienta de transformación, no solo para cuestionar la violencia fraticidad y la masculinidad hegemónica, sino para proponer desde su cuerpo y expresiones performáticas, formas resistentes de enunciarse como un sujeto marica que disentía de la imposición de la diversidad sexual normativa y regularizadora que hacía su ingreso en la cultura Caribe.
El perfil que otro disidente de la sexualidad desde las orillas literarias como Carlos Monsiváis, escribió en el prólogo del texto que mejor agrupa en la actualidad la obra de Raúl “Amanecer en el Valle del Sinú”, expresa de forma clara la vida del poeta: “era carne y palabra en uno solo, lo que quiere decir que no había distancia entre el hablante lírico de sus poemas y el Raúl de carne y hueso que muchos se peleaban para ver y escuchar en sus recitales, y que otros evitaban como a un apestado en sus peores momentos de locura” y es que el cereteño combinaba su creación poética recopilada en sus más de 40 escritos, con su ingenio teatral, llevando al escenario a Prometeo Encadenado y los cuentos de Alvaro Cepeda Samudio que propusieron a la cultura oral Caribe, desde la homoeroticidad y los cuerpos despreciados, nuevas maneras de apropiación de lo público y de construir identidad.
Su referencia con el río Sinú, en medio de un paisaje fresco y sonoro a cuyas orillas se educó en las tradiciones familiares heterosexuales y procreativas, fue evocadora de la turbulencia de su propia vida que lo hizo emigrar a Cartagena, lo acompañó hasta el final de su existencia y es en su obra la imagen más clara del sentido transformador que para él tenía la poesía: un espacio de permanente fluidez donde pasar las acciones más significativas de la vida, como enamorarse y desear, pero también donde emerge lo más putrefacto de la sociedad como la violencia, el odio, las injusticias sociales y, al final, una corriente que conduce a la sordidez de la soledad que inevitablemente desemboca en locura.
En la década de los 90 en Cartagena, antes de su trágica muerte, fue testigo del crecimiento discursivo de las narrativas de la diversidad sexual, traídas por la aparición en la ciudad del primer caso de VIH/SIDA y las alarmas que dicha epidemia encendió, que se tradujeron en el sello a un rechazo ya naturalizado en las calles a las personas homosexuales, las mismas que sirvieron de escenario al poeta para rechazar cualquier señalamiento condenable a su forma de amar, pero también a no permitir que su proyecto de vida fuera forzado a enmarcarse en una forma predeterminada de “homosexualidad” y corresponder a una lógica colonizadora que trataba de proponerse como salvavidas a su disidencia sexual, regularizando sus comportamientos. Para Raúl era urgente reivindicarse desde el ser sujeto marica, que rechazaba la normalización y que no correspondía a una tendencia global, sino que se construía en su espacio vital, exigía un cambio profundo a su estructura y rechazaba lo políticamente correcto, dando paso al valor de la idiosincrasia.
En su propuesta poética, el deseo era energía espiritual cotidiana donde la intimidad se expresaba en la propia carne: “besaría esa boca lentamente hasta volverla roja y en tu sexo el milagro de una mano que baja en el momento más inesperado y como por azar lo toca con ese fervor que inspira lo sagrado”. La fluidez su experiencia de sexualidad más común: “no soy malvado trato de enamorarte y entrar en el maleficio de tu cuerpo como un río que teme al mar, pero siempre muere en él”. La eroticidad la mayor capacidad de soñar: “acariciando el nudo de nuestros cuerpos con la misma dulzura lentísima con que yo mitad fuerza mitad miedo beso tu cuello y tu barba de negro cristal”. Y la sensibilidad la base de las relaciones: “eras íntegramente bello porque no toqué tu cuerpo, aunque tú lo querías y yo también. Pero antes de mi deseo estaba mi futuro, estabas tú antes que mi deseo de ti, antes que el deseo estaba el amor “
Con sus formas profundas y tiernas en el trato recurría a la inocencia como un valor importante a la hora de entablar un diálogo y amaba la naturaleza como el mejor legado de su vida a la orilla del río. Quienes en 1997 tomaban la fresca en las calles del centro de Cartagena, conservan esas imágenes apacibles de Raúl, con sus vestiduras irreverentes y desgastadas haciendo la siesta en una banca que el convirtió en su propia hamaca, o caminando descalzo buscando los mangos dulces de los árboles que aun daban frutos o haciendo bromas sentado en el bordillo de la entrada de la Escuela de Bellas Artes.
Se despidió de la vida una mañana extrañamente silenciosa de Cartagena, que fue interrumpida por el estruendo del bus que le atropelló, dejando en el ambiente la lucidez que le era propia en los momentos más sublimes de su vida donde la locura espanta el tedio como la brisa espanta el sofoco: “ven oh sagrada locura y embriágame en el reino de tu fantasía”. Vives Raúl en lo dulce de los mangos que están bajitos, en los relatos eróticos del litoral fantástico y en la resistencia de la cultura Caribe que es profundamente erótica y extrañamente romántica.