Esta fiesta es la primera expresión de movilización y exigibilidad de derechos de las personas LGBTIQ+ más antigua del país, fue liderada por personas trans y se hizo desde la cultura y la tradición.
Las expresiones culturales han sido el vehículo universal de transformación social en el mundo entero. Fiestas, festejos, acciones colectivas y procesos de tradición oral han acompañado el desarrollo de la humanidad y han sido epicentro de acciones sociales, políticas y económicas, obrando como el punto de llegada de dichas agendas, pues son el origen de iniciativas, sistemas, régimen y procesos y son la razón de ser para el desarrollo, éxito o fracaso de los mismos. Solo en la medida en que en las acciones culturales se noten sus efectos, podremos saber si el propósito logró consolidar los proyectos colectivos de dignidad humana o, por el contrario, o si se sometieron a las personas a situación de reificación y desprecio, de esa manera la cultura es el motor de la vida en comunidad.
Los carnavales se han constituido en epicentros de procesos colectivos que trazan el horizonte de bienestar de las comunidades y que otorgan las bases de los tipos de expresiones políticas, económicas y sociales que requiere ese entramado para que toda la estructura social responda a su razón de ser: garantizar el desarrollo de los proyectos de vida buena de la ciudadanía. Es decir, en acciones carnestolendas se conjugan expresión de alegría, trabajo colectivo, valor por lo propio, reconocimiento de la diversidad y garantías de igualdad en condiciones de equidad para que todas las personas se sientan protagonistas. Esto es una expresión de lo que deberían hacer los sistemas políticos, económicos y sociales diariamente para conectar con el bienestar ciudadano.
Por esa misma razón, los actos festivos han sido en nuestras culturas los espacios primigenios de expresión de las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersex, queer y no binarias. Esto, bajo la conexión de la triada de 1. El valor colectivo de la tradición que pertenece a todas y todos; 2. La participación con igualdad de condiciones en los espacios públicos y 3. La garantía de libertad para expresar con alegría las diversas formas como se construye ciudadanía. Por ello, cuando tratamos de identificar los orígenes de los procesos de movilización de personas LGBTIQ+, no podemos limitarlo a la expresión neoyorquina de Stonewall —coloquialmente conocido como el orgullo—, que se ha globalizado como mito fundacional occidental del movimiento. Es necesario indagar sobre la participación de personas LGBTIQ+ en otros escenarios y así encontrar expresiones originales, creativas y de resistencia anteriores a 1969 que, en cada territorio, fueron fundacionales de la diversidad sexual y de género.
Carnavales en Oruro, New Orleans, Venecia, Río de Janeiro, Cádiz y Badajoz han sido epicentro de estudios del activismo LGBTIQ+ y la academia con el fin de identificar expresiones de participación de personas mayoritariamente trans. Incluso, su presencia data en países donde, en ese momento, la homosexualidad estaba penalizada y no existían acciones de resistencia y agendas de exigibilidad de derechos como los tenemos hoy. Dicha indagación ha dado como resultado identificar una profunda conexión entre cultura y activismo del movimiento sexo-genero diverso, expresiones tradicionales y construcción de narrativas e imaginarios para posesionar la dignidad humana a través de danzas, festejos y rituales como espacios en los cuales se han enunciado —con acciones propias— llamados para el respeto y reconocimiento de sus derechos. No cabe duda que gran parte del legado de los carnavales en el mundo tiene en las personas sexo-género diversas —sobre todo las personas trans— un referente de memoria artística y cultural.
Colombia no es la excepción; ya el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su informe sobre el Carnaval del Río Tuluní, logró dar cuenta de cómo, en el marco del conflicto armado y de las expresiones prejuiciosas naturalizadas en la sociedad, en Chaparral, Tolima, el reinado de personas trans se convirtió en un espacio de libertad y mecanismo de movilización. Posteriormente, este les permitió construir memoria, llamar la atención de los actores del conflicto sobre sus actos victimizantes e incidir en la cultura ciudadana para transformar la cultura acciones de hostilidad y complicidad social por solidaridad, sororidad y reconocimiento de sus derechos.
Al igual que en Chaparral, son decenas las historias y procesos de memoria que se pueden construir en Colombia respecto al lugar de las personas LGBTIQ+ en la construcción de sociedad en festivales, bandos y fiestas populares. Basta echar un vistazo a las fiestas del Caimán cienaguero en el Magdalena, a la fiesta de los negros y blancos en Pasto, al Carnaval de Francisco el Hombre en Riohacha, al Carnaval del Diablo en Riosucio y a las fiestas novembrinas de Cartagena, entre otras, para encontrar, desde los mismos hitos de los procesos celebrativos, la presencia activa, protagónica y resistente de las personas LGBTIQ+.
El Carnaval de Barranquilla que se posesiona como el mayor del país y el segundo, luego del Carnaval de Río de Janeiro, en Latinoamérica. No ha sido escaso a esta expresión de resistencia del movimiento LGBTIQ+. Por el contrario, revisando los anales de la historia del movimiento en Colombia, y a partir de lo ocurrido en el año 1976 en el barrio Lucero —que fue uno de los orígenes de la Guacherna Gay de la ciudad— podríamos decir que se posesiona como uno de los eventos primeros que en el país en un escenario público donde se reclamaron derechos para las personas LGBTIQ+.
Unos años después, con Jairo, Lino Fernando, Carmelo, Mariluchy, entre otros, en 1982, esta expresión se trasladó al norte de la ciudad y, saliendo de la discoteca Baco, confiando en que los precarnavales era un espacio ciudadano seguro, las personas trans que semanalmente brindaban espectáculos artísticos en esta discoteca, a pesar de la persecución policial, confiaron ese año en la invitación de la Alcaldía del Distrito, que indicaba que era un “Carnaval para todas y todos”. En ese momento, decidieron asistir para asumir en primera persona su compromiso ciudadano. Con lo mejor de sus vestidos y luego de múltiples ensayos de sus mejores coreografías, la noche del viernes de guacherna hicieron presencia en ese sector de la ciudad pero, lejos de encontrar espacio, fueron repelidas por la fuerza policial que les impidió su participación. Ellas tomaron la decisión de ir a la vía continua y hacer su propia guacherna que fue instalada con la —en ese entonces— original canción de Juan Piña, titulada ‘las tapas’, que se convirtió en el himno de su participación en los años venideros.
En la década de los 80 y 90, la Guacherna LGBTIQ+ se convirtió en una cita obligada, cada vez con más participación de personas sexo-género diversas de la ciudad y el Caribe. Del mismo modo, se registró un aumento de apoyo ciudadano luego de que, a finales de los 90, el gobierno distrital incluyó el desfile LGBTIQ+ dentro de la programación oficial del Carnaval y empezó a brindar apoyo en lo logístico y celebrativo, convirtiéndola hoy en una de las expresiones de carnaval más concurridas, con altísimo nivel de expresiones culturales y un despliegue de talento, particularmente de personas trans que, incluso, le ganó un espacio permanente en el Museo del Carnaval de la ciudad.
Salvaguarda también la declaratoria de patrimonio oral e intangible de la humanidad según la UNESCO que, en este año, cumplimos el vigésimo aniversario. Del mismo modo, en el año 2017 el Concejo Distrital le reconoció como patrimonio de la ciudad. Hoy, el carnaval LGBTIQ+ no es solo un legado histórico del movimiento en la ciudad y el Caribe, sino que, durante casi dos meses, propone espacios culturales, barriales, artísticos, de movilización y reflexión académica, para propios y foráneos de pensar la cultura como el primer lugar de incidencia del movimiento de la diversidad sexual y de género. También, propone encontrar ahí los desafíos y retos para que, desde la cultura ciudadana transformativa, se puedan derribar los muros de la exclusión que siguen haciendo muy difícil la vida de las personas LGBTIQ+ en nuestros territorios.
Todo esto se debe al empuje de Jairo Polo Altamar quien, en 1976, desafió a sus vecinos al salir en una pequeña carroza por su barrio y culminar en el Paseo Bolívar, lo cual le dio el título de reina del carnaval del barrio. Esta acción incidió para que, en 1978, el Inspector de Policía autorizara con un edicto su marcha. No obstante, año tras año, rodeado por la potencia que significa hoy la Corporación Autónoma Carnaval Gay de Barranquilla y el Atlántico, trabajan 365 días del año para ofrecer a la ciudad una gran espectáculo, encuentro con su tradición y reflexiones para transformar la cultura desde las personas LGBTIQ+, donde el liderazgo de las personas trans que, por más de 40 años, nombra a su reina y rey momo. Estas personas hacen las veces de guía de esta lucha cultural que, con el correr del tiempo, ha penetrado espacios barriales con su reina y rey momo popular, más allá de las fronteras con los reyes internacionales y que, junto con otros actores festivos del Carnaval, han conseguido para la agenda LGBTUQ+ de la ciudad del país y del mundo un lugar en las expresiones carnestolendas.
Muchas de las pioneras que corrieron a la persecución policial del año 1976 han muerto o se encuentran delicadas de salud. Algunas tuvieron que renunciar a su identidad y expresión de género como mecanismo de sobrevivencia; otras, en el exilio ante la ausencia de garantías para sus derechos y unas siguen en Barranquilla resistiendo y haciendo de cada Carnaval un destello arcoíris, poniendo así su grano de arena para que esta ciudad sea también epicentro de reconocimiento de derechos de personas sexo-género diversas. En su memoria, en su honor y en gratitud, Caribe Afirmativo que reconoce en el carnaval LGBTIQ+ de Barranquilla y el Atlántico el origen de los procesos sociales y colectivos para la exigibilidad de derechos y ofrece esta publicación para la memoria y la reivindicación de las personas trans, carnestolendas, que transformaron, transforman y transforman la realidad desde la cultura hasta que la igualdad sea costumbre.
(Este texto hace parte de la presentación que hice a la investigación: “Con polleras y en tacones”: historia de la movilización LGBTIQ en el Carnaval de Barranquilla y que se presentará el 31 de enero de 2023)
Wilson Castañeda Castro
Director
Corporación Caribe Afirmativo