9 de agosto de 2020. El problema no son las ideologías, son los personalismos que se apropian de ellas, pues las ideas, en su uso político, son el motor de transformación de la sociedad, en ellas radica el poder de cambio y su sustanciación logra instalar hitos de orden social, económico y cultural; el problema aparece cuando estas abandonan el escenario discursivo, argumentativo y plural, y transitan al ejercicio del personalismo en el poder político, bajo el sofisma de la imposición de un proyecto, representado en una persona, donde se traspala el interés de las comunidades por el del líder, que es unanimista, que no permite el disenso ni se cuestiona con sus contradicciones. Esta situación ha instaurado regímenes y prácticas políticas de alta peligrosidad, como el fascismo, el comunismo y el populismo; que, si bien se han cultivado en orillas diferentes y con múltiples apuestas ideológicas, han tenido en común su tendencia a la dictadura con acciones totalitaristas y violación a los derechos humanos.
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