La mayoría de los espacios deportivos no garantizan experiencias dignas para las personas LGBTIQ+ y personas con experiencia de vida trans.
Foto: La Izquierda Diario
19 de febrero de 2023. Hoy, 19 de febrero, Día Internacional contra la Transfobia y Homofobia en el Deporte, es importante reconocer que el acceso al deporte no tiene la misma vara para todas las personas, sino que reproduce la marginación, exclusión, violencia y discriminación visibles en el conjunto de la sociedad. De ahí la relevancia de visibilizar la realidad del acceso a la práctica del deporte por parte de personas LGBTIQ+, en especial de las personas con experiencia de vida trans; y, por otro lado, los factores estructurantes del mundo del deporte en el que se reproducen lógicas cis-heteropatriarcales.
Es indispensable hacer visible la historia de resistencia de la persona a la que se le atribuye esta efeméride. Se trata de Justin Fashanu, un hombre gay afrodescendiente de Londres, quien llegó a ser uno de los futbolistas más reconocidos por el público británico a pesar del racismo y la homofobia. Una vez él decide hacer pública su orientación sexual, inician una serie de hostigamientos al interior de su equipo de fútbol y de los medios de comunicación, que fueron afectando notablemente su rendimiento y su carrera como futbolista exitoso.
En 1998, la violencia que vivió a raíz de todos los prejuicios llegó a su límite al momento en que se le acusa falsamente de haber abusado sexualmente de un hombre. Tras ello, redacta una carta en la que dice ser inocente y, tras ello, se suicida. Tras un periodo, se comprueba su inocencia. La efeméride se da en honor a su fecha de nacimiento, el 19 de febrero.
Si bien han pasado 25 años, su historia sigue repitiéndose y sigue siendo tan vigente que los grandes mundos del deporte han empezado a resquebrajarse, a hacerse notorias sus grietas gracias a un cúmulo de personas LGBTIQ+ que, al igual que Justin, siguen jugando en la cancha por lo que les pertenece, visibilizando las violencias y cuestionando la estructura misma en la que está erigida la gran industria del deporte.
El escenario del deporte no es únicamente un espacio de la actividad física y de la competencia; sino que también es escenario de disputa del poder: por un lado, allí se reproduce la estructura cis-heteropatriarcal, alrededor de la cual se han construido reglas y normas que buscan regular y controlar los cuerpos con la excusa del deporte. Es un lugar más de adoctrinamiento y de reafirmación del binarismo hombre-mujer; en donde el hombre es supuestamente aquel ejemplo máximo del rendimiento y de la fuerza titánica; mientras que lo demás (mujeres cis y personas trans) son lo otro, que toca incluir. No en vano al futbol hecho por hombres se le llama “Fútbol”; mientras que a aquel hecho por mujeres es el “Fútbol femenino”, porque lo otro necesita apellido; mientras que lo supuestamente normativo y superior no lo necesita.
Asimismo, como escenario de disputa del poder, encontramos experiencias de personas LGBTIQ+ que por el sólo hecho de existir, ya cuestionando y subvierten los órdenes que por siglos han estructurado el deporte. En esa lógica, para pensarnos las barreras de acceso en el deporte, podemos imaginar una carrera de atletas en donde compiten un hombre cisgénero, una mujer cisgénero y una mujer trans. En orden de privilegios de acceso, el hombre cisgénero encabezaría la competencia, le seguiría por mucha desventaja la mujer cisgénero y, por último, estaría ubicada la mujer trans.
Estas barreras en el acceso están dadas por lógicas binarias en las que los únicos géneros que existen son el de hombre y mujer, y se reconocen como tan únicamente a aquellos que fueron reconocidos como tal al nacer (cisnorma). Además, se reproducen estereotipos y roles de género.
Así las cosas, las personas trans en el deporte deben atravesar una serie de peajes de género que limita su acceso a la práctica, basados en discursos de odio, biologicistas y prejuiciosos. Dentro de estos se encuentra la exigencia de terapias de reemplazo hormonal (de ahora en adelante TRH) y la rectificación del documento de identidad en los componentes de nombre y sexo. Todo ello en desconocimiento de la realidad que atraviesan las personas trans: la pobreza estructural a la que han sido condenadas por el prejuicio y la discriminación, dejándoles como únicas opciones la muerte o el ejercicio del trabajo sexual en condiciones de precariedad y de extremo riesgo. Cuando las personas trans en su cotidianidad no tratan de vivir, sino de sobrevivir, ¿de dónde podrán conseguir este dinero para pagar un procedimiento de rectificación del documento de identidad?; si cada día están luchando por un techo y contra el hambre, ¿cómo acceder a un TRH, y más si es una realidad la negligencia institucional que hace caso omiso en la mayoría de los casos a ello?, ¿Cómo una mujer trans que está buscando sobrevivir con el trabajo sexual, sin acceso a salud ni seguridad social, podrá cumplir con los peajes de género que exigen las grandes ligas para que ella pueda acceder a la competencia en deporte?
Dentro de estas grietas de la industria del deporte que son más visibles en competencias como Los Juegos Olímpicos, han surgido una serie de contra-discursos y propuestas que buscan transformar estructuralmente la forma en que se ha pensado el deporte. Si bien estas propuestas continúan en construcción, lo cierto es que se dice que la competencia deportiva no debe continuar siendo dividida por categorías de género (hombre-mujer); sino que deben ser clasificadas por rendimiento. De esta manera podría eliminarse uno de los peajes de género hacia personas trans y, además, se pondría el foco de discusión en lo realmente estructurante de la problemática, y no en la continuación de enfrentamientos desgastantes y en vano entre la supuesta invisibilidad de las mujeres cisgénero por la inclusión de las mujeres trans. Es decir, esta propuesta que se viene construyendo en el mundo deportivo despersonaliza la discusión y lo lleva al plano de cuestionar los cimientos mismos que han originado todas estas problemáticas: lo politiza.
Por otro lado, es importante entender el marco normativo actual en Colombia respecto a las experiencias de vida trans en el deporte. De acuerdo con el programa Punto Visible de Mesa Capital, si bien en Colombia no existen disposiciones legales para la participación de personas trans en el deporte, actualmente se encuentra en trámite un proyecto de ley impulsado por el Ministerio del Deporte, en el que se busca modificar la ley 181 del 95, en la que existe un principio de democratización en el que toda persona tiene derecho a la participación en la práctica y organización del deporte sin discriminación. El proyecto de ley busca añadirle los principios de equidad e inclusión, en donde se tendrá la obligación de generar políticas públicas que garanticen la inclusión de grupos minoritarios en el deporte. Si bien esto es una disposición bastante general, si es un punto de partida estratégico del que las personas y organizaciones trans pueden valerse para exigir su derecho al acceso al deporte.
Para finalizar, queremos agradecer el camino de resistencia que vienen construyendo distintas mujeres trans en Latinoamérica en las competencias deportivas: Yanelle Zape Mendoza (Colombia), Ricardo del Real (México), Mara Gómez (Argentina), Luca Kumahara (Brasil) y Tifanny Abreu (Brasil), entre otras, otres y otros.