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Día de la visibilidad no binaria: ¿Cuestión de modas o replanteamiento del Cistema?

Dije no binario en lugar de no binarie. ¿Cometí un error? Para hablar de lo no binario no es necesario tener el uso de la “e” como mantra como si el poner esta vocal al final de cada palabra fuese la fórmula mágica para ser incluyentes. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que esto.

14 de julio de 2022. Las personas no binarias, desde el activismo social y el movimiento LGBTIQ+, somos una apuesta política que lucha por derrumbar el imaginario colectivo –que, en gran medida, sigue contribuyendo a la perpetración de las violencias contra las personas con una identidad de género que no corresponde con el sexo que se les fue asignado al nacer– de lo que implica ser una persona con pene o vagina.  Y es que, desde el momento del nacimiento, estamos predestinades a cumplir con ciertas normas, comportamientos y roles que, de manera inconsciente, terminan moldeando nuestro actuar en la sociedad. Así entonces, si nacemos con un pene, se nos obligar a ser duros, a no mostrar sentimientos y ser dominantes: todo en azul. Si por el contrario nacemos con vagina: se nos enseña a ser delicades, sumises y femenines: todo en rosa.

Bajo este cistema, las personas nacemos limitadas a ser, puesto que, a partir de un pene o una vagina, todos nuestros comportamientos y actuares deben responder a una línea que se nos trazó incluso antes de nuestra concepción. Para mí –y hablo desde mi experiencia personal Trans no binaria, el crecer fue un proceso complejo. El haber nacido con pene no permitió que pudiese explorar el potencial de lo que implica ser persona, puesto que desde muy niñe, ya mi familia sabía cómo debía comportarme, pero aún más relevante, cómo debía ser.

El jugar –una de las experiencias más placenteras para la mayoría de les niñes–, en mi caso terminó siendo algo que rayaba en la tortura. Los juegos que yo disfrutaba eran leídos como femeninos, así que nunca los pude practicar; las actividades que yo disfrutaba siempre fueron leídas como no masculinas –estaban en un limbo del género, si se quiere–, por lo que tampoco las pude hacer. Yo nunca supe que era sentarse a tomar el té con peluches o leer revistas sobre naturaleza y animales, porque eran cosas que en casa no eran de hombres. Sabiendo que mi única posibilidad de disfrute lúdico era el fútbol, mi único refugio fue la escuela –¡Y vaya que lo hice bien! –. Al ser une estudiante aplicade, justificaba mi ausencia de eventos deportivos por dedicarle más tiempo a mis estudios. En retrospectiva, veo mi niñez como una etapa de escape a algo que no entendía pero que sí sentía.

Con el paso de los años, el crecer como alguien que sentía no pertenecer a ningún grupo, fue duro, pero era mucho peor el tener que lidiar con que las personas de mi entorno asumiesen mi identidad de género y mi orientación sexual mucho antes que yo pudiese entender qué era lo LGBT. Este proceso me llevó a tener una crisis identitaria por muchos años. Y es que es muy difícil no saber qué –o peor, quién– eres. El reconocerme, luego, como una persona con experiencia de vida Trans no binaria, estuvo marcado por una mezcla de sentimientos. Por un lado, por primera vez en toda mi vida, me sentía cómode con quien era; por el otro, sabía que, de alguna u otra manera, debía enfrentarme a un montón de prejuicios por no definirme dentro del sistema binario sexo/género: un poco ser percibide como una persona que sigue modas y no que experimentó un proceso de autorreconocimiento, el cual es desconocido por el resto del mundo, pero que quienes lo experimentamos sabemos las implicaciones que tiene para nuestra salud mental y emocional.

Actualmente, los retos siguen siendo muchos, especialmente aquel que tiene que ver con el “deberle” una expresión de género andrógina a la gente. Un poco lo que sucede con las mujeres y hombres Trans que no son femeninas y masculinos en su apariencia física respectivamente. Una cuestión donde, de todas maneras, la sociedad creer tener el derecho de validar tu identidad de género si esta responde a esa hegemonía estética del hombre masculino, mujer femenina y persona no binaria andrógina. A pesar de ello, me siento mucho más feliz y cómode siendo una persona no binaria que cuando vivía con el privilegio cis¸ aun cuando hoy por hoy, me toque pelear por cosas que la mayoría dan por sentadas: el que me llamen por el nombre que me hacer sentir quien soy.

Caribe Afirmativo fue el espacio que me permitió redescubrir mi persona y, en el marco del día internacional de la visibilidad no binaria, celebramos las apuestas de las personas que asumen el reto de reconocerse por fuera del binarismo del sistema sexo/género, como una apuesta política por explorar tantas formas de ser personas, más allá de lo que se entiende –limitadamente– por hombre y por mujer.