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Derechos en riesgo: lo que refleja la fórmula vicepresidencial de Trump

El temor de que Donald Trump regrese a la presidencia de los Estados Unidos radica en la posible realización de su proyecto político de imponer un gobierno basado en el odio, limitando libertades y desmantelando garantías que el pueblo estadounidense ha luchado arduamente por obtener para hacer realidad sus derechos.

Durante su primer mandato, el gobierno de Trump fue abiertamente hostil hacia las libertades y derechos de las personas LGBTIQ+. Su menosprecio por la diversidad sexual y de género se manifestó en cuatro acciones concretas: primero, promovió comentarios despectivos, sexistas y excluyentes hacia personas trans en sus discursos, fomentando la violencia y la negación de derechos; segundo, ignoró y desacató sentencias de la Suprema Corte y acciones administrativas destinadas a promover acciones afirmativas, especialmente para abordar el déficit de derechos de las personas trans; tercero, redujo su compromiso con la cooperación internacional y, por el contrario, lideró acciones en países de África y Asia que socavaron la seguridad y protección de personas LGBTIQ+, incluidas las campañas contra el VIH y el SIDA; y cuarto, utilizó su poder para nominar a personas que lideraban una agenda anti-derechos, como algunos nominados a la Suprema Corte y altos cargos en las Fuerzas Armadas, quienes revirtieron las políticas de reclutamiento LGBTIQ+ que se habían implementado durante el gobierno de Clinton.

Su falta de reelección, según analistas y medios de comunicación en su momento, supuso un freno a políticas de odio que lograron en cuatro años revertir avances significativos no solo dentro de EE.UU., sino también en la cooperación internacional, afectando agendas críticas como la crisis climática, la lucha contra el racismo, la igualdad de género, la consolidación de libertades y la reducción de la pobreza. Además, su presidencia y liderazgo en el Partido Republicano alentaron a muchos a emular comportamientos autoritarios, lo cual se reflejó en la aprobación de leyes discriminatorias contra personas LGBTIQ+ por parte de gobernadores y legisladores, especialmente en el sur del país. Estas leyes limitaron la inclusión en la educación, eliminaron políticas afirmativas como baños no segregados, apoyo psicosocial para jóvenes trans y cuotas laborales, resultando en retrocesos preocupantes en los derechos de las personas LGBTIQ+ en los últimos años en EE.UU.

Por lo tanto, su posible retorno a la arena política en un momento en que parece tener alta probabilidad de éxito no solo representa la concreción de políticas basadas en el odio, sino que, sumando a aliados igualmente hostiles como ciertos magistrados de la Suprema Corte como Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy Coney Barrett, quienes han liderado decisiones regresivas recientes en el país, y con la incorporación de J.D. Vance como su fórmula vicepresidencial, Trump estaría formando el equipo “ideal” para consolidar un proyecto político destinado a erosionar derechos y libertades, utilizando a las personas LGBTIQ+ como moneda de cambio en su afán de perpetuar un clima de guerra y declarar a un enemigo interno. Recuperar el poder le permitiría consolidar esta privación de derechos y, por su posición geoestratégica, aliarse con políticos como Putin, Maduro, Bukele, Ortega y Erdogan, quienes han convertido a sus países en escenarios de intolerancia hacia la diversidad sexual y de género, poniendo en riesgo la vida de quienes la integran.

La elección de Vance es la muestra más clara de esta estrategia política. Con un estilo muy populista, ha logrado éxito entre su electorado al presentarse como defensor de la moral, la familia y las buenas costumbres, siendo además católico, lo que le permite conectar con la comunidad latina. En su corta carrera política, ha liderado acciones que proyectan una imagen de juventud “libre de contaminación por las demandas de la modernidad”, proponiendo formas “refrescantes” de abordarla. Entre sus acciones como senador por Ohio, especialmente dirigidas a detener lo que él llama “agenda ideológica LGBTIQ+”:

  1. Se opuso a la ley federal de reconocimiento del matrimonio y lideró un proyecto de ley en el Congreso para desproteger a las parejas del mismo sexo.
  2. Fue el autor de la ley “Inocencia de los Niños”, que penaliza las cirugías de reafirmación de género en menores de 18 años.
  3. Promovió una ley para prohibir el reconocimiento y apoyo a infancias trans en escuelas y servicios de salud.
  4. Incidió en propuestas que exigen que las escuelas revelen a los padres cuando los estudiantes manifiesten diversidad sexual y de género, permitiendo a los padres decidir el camino a seguir.
  5. Se opuso a la integración de personas trans en las fuerzas militares y a la participación abierta de miembros gais o lesbianas.
  6. Lideró campañas para prohibir la enseñanza de derechos LGBTIQ+ y teoría queer en escuelas, así como el uso de material educativo al respecto.
  7. Se opuso a la cooperación internacional en asuntos de diversidad sexual y de género, criticando los apoyos del gobierno Biden a políticos anti-LGBTI+ como Putin.

Las agencias de prensa, especialmente las católicas, han celebrado su nominación, señalando que, siendo minoría religiosa en el país, su candidatura junto al actual presidente, también católico, plantea serios cuestionamientos sobre la violación de derechos humanos y la amenaza a libertades y dignidades, principios que el cristianismo considera sagrados. Grupos anti-derechos y promotores del odio en la región ya lo ven como un aliado potencial en política internacional, percibiendo en esta dupla la posibilidad de poner en riesgo la igualdad y justicia social. Esto contradice las teorías de soberanía, no intervención y no participación política cuando se trata de derechos y libertades, pues cualquier avance en estos aspectos es etiquetado como ideológico, mientras que imponer una única narrativa de realidad y buscar chivos expiatorios se justifica “colaborativamente” como preventivo, especialmente cuando es respaldado por dinero, poder y juventud, presentándose como algo “novedoso” y “fresco”.

Su nominación, ocurrida después del “atentado” contra Trump en un acto de campaña, fue la combinación perfecta de miedo por la violencia y odio por sus posturas anti-LGBTIQ+, marcando el tono final de las elecciones que se decidirán en noviembre. De ganar, será motivo de gran preocupación para las personas LGBTIQ+ en EE.UU., quienes ven cómo sus derechos se desvanecen y el discurso de odio se normaliza en lo público y lo privado. A nivel internacional, este cambio podría desdibujar la imagen de EE.UU., que, a pesar de sus críticas y a veces cosificación, ha apoyado la lucha por los derechos de lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales, queer y no binarios en otros países y ha denunciado valientemente la homofobia y transfobia como formas de violencia social.

Hace ocho años, la vida de JD Vance se dio a conocer públicamente a través de su exitoso libro autobiográfico “Hillbilly Elegy: A Memoir of a Family and Culture in Crisis” (Una elegía rural: memorias de una familia y cultura en crisis). Como es común en estos relatos, se presenta como un héroe anónimo, rural, pobre y en crisis capaz de transformar una sociedad que se aleja de la libertad, retornando a un pasado idealizado donde el orden y la no confrontación ofrecen una falsa sensación de realización. Este nicho le permitió ganar las elecciones legislativas con un populismo peligrosamente cercano al pueblo, y hoy se reencarna acompañado de un discurso beligerante para postularse como Vicepresidente de los Estados Unidos, utilizando así un estilo literario subyacente para imponer una narrativa de odio como supuesta traducción del bien común.

Wilson Castañeda Castro 

Director Caribe Afirmativo