El realismo mágico que rodea al Macondo de Gabo parece haber quedado corto cuando reflexionamos en torno a los acontecimientos de esta semana; los cuales, en mi imaginario intentaré abordarlos desde mi balcón, reconociendo que son dignos de una función de circo y dirigido a un público “adulto y responsable.”
Para comenzar, nos encontramos con la decisión de la Corte Constitucional, la que particularmente no me sorprendió pero ha dado qué hablar; sin embargo, eso no es lo que quiero destacar: delegarle la decisión final al congreso, aún con las razones válidas parece ser más una estrategia política para no comprometerse a cambios sustanciales que puedan tener consecuencias en las elecciones. Ahora bien, ¿Qué tan factible es que esta iniciativa tenga eco en el congreso? Sumando los dos partidos –Conservador y Centro Democrático– que abiertamente rechazan esta propuesta, tenemos 36 senadores de 102; que representan el 36% y que si bien, difícilmente sacarían adelante un proyecto, si entorpecen cualquier proceso.
Si a lo anterior se le suma, que la ex fiscal Vivian Morales, militante del partido liberal, está liderando una campaña en contra de la adopción, yendo en contra de las mismas directrices del partido que representa y que de hecho, el vocero oficial del partido ha aclarado que “los liberales apoyan el matrimonio igualitario, así como la adopción por parejas homoparentales”, me hace pensar que una mujer que conoce tan bien las leyes, se perdió de sus clases de partidos políticos o bien, le dieron la dirección equivocada de la casa azul.
Frente a estos dos escenarios, evidentemente políticos, hay dos hechos sociales que me estremecieron y me hacen concluir que algo no está bien: el asesinato brutal de 3 menores en manos de su madre en Palmar de Varela y el asesinato a sangre fría de otros 4 en Florencia, además de escabrosos y repugnantes, evidencian la vulnerabilidad de los niños en este país. Ante esto, ¿Qué hay que decir? Estamos tan preocupados discutiendo “la idoneidad” de un grupo poblacional para ser padres, pero no hacemos nada para condenar la negligencia de los que ya lo son; ¿dónde están los que dicen “qué les pasará a nuestros niños si son adoptados por desadaptados, pervertidos homosexuales?”, empleando erróneamente estos adjetivos como atributos inherentes de su orientación, y no dicen también “¿qué les pasará a nuestros niños si siguen en las calles vendiendo dulces, limpiando vidrios, … en vez de estar en las escuelas y con una familia que contribuyan a su formación en valores?
Creo, que la mayor amenaza de los niños somos nosotros, una sociedad de doble moral, irresponsable, negligente y prejuiciosa, una que no es capaz de aceptar las diferencias, pero sobre todo, que discrimina y deshumaniza para mostrar un desacuerdo, una que no es capaz de ver lo bueno y que en cambio, radicaliza a los que parecen no “encajar” en los estándares del común denominador, olvidando que como decía Ortega y Gasset “nuestras convicciones más arraigadas, más indubitables, son las más sospechosas. Ellas constituyen nuestro límite, nuestros confines, nuestra prisión.”