Queridas y queridos, ha sido muy extraño eso de venir a la oficina y no verles y oírles; y más angustiante aún, la zozobra de nos saber que pasará mañana, la otra semana o un mes después. Pero cuando escucho las noticias o leo los reportes, me convenzo que ante algo que nos sobrepasa, hemos tomado la decisión correcta: Aislarnos y el aislamiento, que para algunos es muy difícil, nos interpela de inmediato, con un valor que la velocidad de la vida moderna ha tratado de olvidar: el cuidado de nosotros mismos; en términos de Foucault “Epimelea” (cuidarnos para conocernos).
Para una defensora o defensor de derechos humanos, el cuidado es una herramienta política que nos permite, en este tiempo de crisis, mantenernos y mantener nuestro empeño de trabajo comunitario como un ejercicio de transformación social y política, que debe empezar por nosotras y nosotros mismos, partiendo de la coherencia que debemos imprimirle a nuestro trabajo: velamos por nuestra salud psíquica, física y emocional para poder velar por la de otros y otras.
El autocuidado para quienes estamos en este proceso de Caribe Afirmativo debe ser una práctica transgresora y movilizadora. Transgresora, pues no se trata de acomodarnos a las prácticas cosificantes que abundan estos días e invitan al cuidado como estrategia de consumo (altos pagos por productos de belleza, afiliación a lugares o prácticas que mejoran tu calidad de vida, o que permiten insertar en técnicas y terapias que cultivan el amor propio) reproduciendo roles de exclusión y haciendo de este una posibilidad no solo privilegiada, sino con base a la sensación de que su adquisición es necesaria para estar bien consigo mismo y con el entorno. Movilizadora
porque, en épocas de aislamiento, el quedarnos en casa, dejar vacías las calles y los centros de consumo debe ser sinónimo de resistencia ante las presiones capitalistas, las cuales aún no ven la gravedad de lo que estamos viviendo y quieren hacer caso omiso a la prevención, haciendollamados a proteger el mercado y la producción, con la amenaza de que corremos el riesgo del desabastecimiento en las próximas semanas. Por el contrario de estas expresiones, ahora es la oportunidad de plantarnos y exigirle al Estado opresor garantías y protección.
Les propongo que pensemos el autocuidado en siete vías:
1. Como respuesta al miedo, la incertidumbre y la desazón que produce el saber que la pobreza estructural, la desigualdad naturalizada y la ausencia histórica de derechos nos hace más vulnerables para responder a estos momentos de crisis, y que nos obliga a repensarnos más allá de la reificación del capitalismo.
2. Como acto de ruptura con las lógicas patriarcales de “quién cuida” y “cómo se cuida” y nos ponga, en términos circulares no jerárquicos, a pensar en la responsabilidad que tiene cada una y cada uno consigo mismo, las demás personas y el medio ambiente.
3. Como un antídoto que nos devuelva el valor de la alegría y del asombro por las pequeñeces del mundo y de la admiración por la grandeza del universo, en la que somos uno y una más en la compañía de maravilloso de seres y lugares creados para
hacer plena la magia de la vida.
4. Como reflexión para entender nuestros límites, que no somos indispensables y que, si
bien contribuimos a transformar el mundo, de nosotros no depende su cambio, que es
necesario hacer pausas, dar un paso al costado y así disminuirnos para que salga el sol
que esta tras nuestras espaldas.
5. Como posibilidad de reconciliarnos con nuestra espiritualidad, nuestras vivencias y
creencias más íntimas, de vibrar con aquello que tenemos en lo más profundo del
corazón y lo que nos hace pensar que cuando se hace más oscuro, es porque va a
amanecer.
6. Como un poder interno, mayéutico, que nos pertenece y que debemos salir de
nosotros y nosotras para no permitir que la realidad nos haga vulnerables y que los
poderes jerárquicos nos limiten la capacidad de ser y de actuar de acuerdo a nuestras
convicciones.
7. Como nuestra propia estrategia de seguridad, en medio de riesgos físicos, psíquicos y
simbólicos que hacen más difícil nuestras vidas, pero que requerimos superar para que
la dignidad sea el valor más preciado en nosotros y nosotras.
Queridas compañeras y compañeros de trabajo, no sé que día volveremos a juntarnos para
nuestras “dos cositas”, estoy seguro que pronto, mientras tanto, la tecnología de las
comunicaciones es la garantía de estar muy unidos. Esta época de crisis es una oportunidad
única para cultivar esto que tanto requerimos del autocuidado, seguros que al retornar a
nuestro trabajo de campo podremos ver al ciudadano y ciudadana más allá de los procesos,
como un ser humano con sueños e ilusiones, con el que nos conectamos desde la esencia y
la intimidad, y esa conexión hace de su vida y la mía una causa política de transformación
para, juntos y juntas, construir una propuesta de sociedad colectivista, donde soy en la
medida del otro y la primera tarea es la garantía de felicidad