14 de noviembre de 2021. La televisión, particularmente su espectro comercial, que cada vez es más numeroso porcentualmente que el educativo e informativo, se ha convertido en un espacio vacío, de cosificación y ridiculización de la vida cotidiana, donde las historias de las personas que sufren discriminación y exclusión se han convertido en un espectáculo. En Colombia asistimos hace unos días, en un programa de televisión de esos que abundan por su rating, a una serie de actos de burla contra una mujer trans que era sometida al escarnio público, ridiculizando su expresión de género; si bien, por una necesaria presión de las organizaciones sociales, en el programa presentaron una disculpa pública, esta no fue suficiente y no refleja un compromiso de cambio urgente que requerimos en la producción audiovisual que se ha convertido en un escenario que facilita la exclusión.
La producción audiovisual ha sido en los últimos años el escenario ideal para la expresión de la vida social y, en ella, la aparición de las personas LGBTI ha estado en el orden de la reproducción de estereotipos prejuiciosos debido a su orientación sexual, identidad o expresión de género. Desde los años 80 empiezan a emitirse en programas de televisión y en la pantalla gigante, series, películas y cortometrajes aparecen las personas de la diversidad sexual y de género como abyectas, indeseables y en escenas relacionadas con expresiones que eran mal vistas por la sociedad, reafirmando un estereotipo negativo hacia sus proyectos de vida, con mayor agudización hacia las personas trans y su corporalidad, que en la mayoría de los casos son representadas por persona heterosexuales que hipermasculinizaban o hiperfeminizaban su actuación de forma burlesca.
La serie “El Divino”, que llevó a las pantallas de Colombia la obra homoerótica de Gustavo Álvarez Gardeazabal, también trajo a los hogares la imagen del gay despreciable, divertido, torpe y desocupado, que es manipulado por el espectáculo para la ridiculización, Eurípides, interpretado por el actor heterosexual Carlos Barbosa en 1987, acuñó dichos y expresiones prejuiciosas que se trasladaron de la televisión a la vida cotidiana y aumentó los niveles de discriminación contra las personas LGBTI. Escenas de sexo bajo riesgo, la relación con prácticas delictivas o hacerles responsable de actitudes en contravía con el bienestar social, como robos, disputas vecinales o amenazas culturales en los libretos de novelas, series y películas eran reservadas en el elenco para aquellas personas que por su diversidad sexual o de género eran puestas bajo sospecha.
En la década del 2000, el crecimiento del activismo LGBTI en la cultura abrió camino, particularmente en la empresa independiente y europea, a actuaciones, incluso estelares, por personas que se ganaron premio y son muy influyentes hoy en el cine y la televisión. Al principio fue un escenario más fácil para los hombres gais, que se acomodaban a los patrones de belleza masculina y rápidamente fueron capturados por la expresión de sus cuerpos y el erotismo que podían generar como un indicador clave para aumentar la audiencia. Allí aparecen películas como “Tropical Malady”, “Moonlight” y otras protagonizadas por personas heterosexuales, que lograron hacer una actuación respetuosa como “La vida de Adel”, “Brokenbakc” y “La Chica Danesa”, todas caracterizadas por la alta taquilla.
Más recientemente, el espectro electromagnético ha sido conquistado por las personas trans, como el buen y contundente papel de Endry Cardeño de Laiza en Los Reyes, versión colombiana, donde la presencia en primera persona y con narrativas cercanas a su realidad, significó experimentar desde su activismo artístico la pantalla como un escenario de activismo para transformar no solo la representación del papel históricamente asignado a las historias LGBTI, sino la vida misma de la producción y convertir el poder de la pantalla en un escenario para el reconocimiento de sus derechos.
En 2020, el documental “Disclosure” se tomó la tarea de analizar la representación de las personas trans en el cine y la televisión, en un especial llamado “Ser trans más allá de la pantalla”. Ahí se mostró toda la reproducción prejuiciosa con alto contenido de violencia contra las personas trans, la responsabilidad de la producción cinematográfica y sus efectos sociales que para conseguir audiencia se inventaron historias que tienen algo en común, destruir la vida de la gente llamando especialmente la atención del riesgo social y la cosificación identitaria que genera la representación de las personas trans en el cine y la TV. En el documental se narran más de 100 años de historia de la pantalla en las que la estigmatización de roles reprodujo a la enésima potencias prejuicios hacia la vida de las personas trans, pues aparecían siempre en las series como “las peligrosas”, “las que no cumplen la ley”, “las que pone el riesgo” y, en suma, las que están en aprietos con su propia vida, donde al final de la trama la felicidad y realización no es para ellas; hechos que muy bien pronosticó la película Judith de Bethulie, que en 1914 dejó constancia de cómo se pueden amplificar las violencias contra las personas LGBTI.
El documental le apuesta también a otra narrativa y muestra como en la década reciente la serie “Orange Is the New Black”, con la participación de Laverne Cox, actriz trans y activista conocida por su recordado papel de Sophia Burset, deja constancia que su presencia en primera persona es un acto de resistencia ante todo el consumo de televisión en su etapa de transición, que la condenó a ver horas de burlas a las personas trans en el cine y la televisión. Películas como “El silencio de los inocentes”, “Víctor Victoria”, “El juego de las lágrimas” y “Los muchachos no lloran”, fueron para muchas personas de nuestra generación la primera oportunidad en la que encontramos a personas trans en el elenco del cine, pero siempre en papeles relacionados a escenas violentas, donde terminaban siendo despreciadas por los televidentes o burladas por el auditorio.
La rápida cosificación a la que llego la producción cinematográfica con la participación de personas LGBTI condujo a un asunto de estigmatización corporal, masculina y sexista, además clasista y racista, que es desafiada por la reciente producción “Pose”, que es escrita, protagonizada y conducida en su mayoría por personas trans negra que plantean debates necesarios como la interseccionalidad y las prácticas de asimetría social. En América Latina, la producción reciente de “Una Mujer Fantástica”, ganadora del Óscar, logró sacar de la cotidianidad de la región esa transfobia soterrada que vive en la sociedad confesional y que Daniela Vega representó de forma contundente.
Hoy hay muchas personas LGBTI, particularmente trans, haciendo teatro, cine y televisión como vehículos de resistencia, y también muchos y muchas guionistas y productores han sentido confianza en la empresa audiovisual para salir del clóset, haciendo de su amplia acogida mediática una herramienta pedagógica para la transformación con festivales de cine, series de televisión y documentales a nivel internacional, nacional y local. En nuestro caso, el festival de Cine Rosa, películas como “Mariposas Verdes”, “Señorita María” o series regionales como “Leones y Mariposas” en Teleantioquia, “Vidas translocadas” en Telecaribe o “El Sofá” en Canal Capital, empiezan a proponer otras formas de narrar las diversidades sexuales y de género.
Ojalá ese dinamismo y talento sea reconocido por los promotores de la producción audiovisual, en una sociedad que vive de la imagen y se forma en la pantalla y, así, se produzcan contenidos respetuosos de la dignidad humana, narrando historias que sean garantes de derechos y hagan de este medio no un vehículo de exclusión y violencia, sino un lugar con las condiciones necesarias para mostrar la pluralidad de la sociedad y poner fin a un ambiente sexista, clasista y racista, que prefiere los show y que vive del “uso” divertido de la vida de las personas más vulnerables como si no importaran o estuvieran puestas para el espectáculo y la diversión.
Wilson Castañeda Castro
Director Caribe Afirmativo