14 de noviembre de 2021. Migrar, en el tiempo actual, implica otros factores que no eran tan visibles hace algunos años. Actualmente, es posible percibir que las circunstancias en cada una de las épocas son completamente diferentes.
En el Informe Desafiar la Incertidumbre (Caribe Afirmativo, 2021), respecto a las dinámicas migratorias en Venezuela, se enfatiza que, hoy por hoy, la decisión de emigrar está marcada por la crisis en ese país y que, en su mayoría, son los jóvenes quienes la toman, permitiendo entrever que no conocieron las épocas de bonanza económica de Venezuela y que, sólo gracias a los recuerdos de los adultos, lograron dar forma a imaginario colectivo del que se apropiaron y sembraron en su memoria, casi como propio, pero que, en sentido estricto, no lo es.
Ayudar económicamente a sus familias, escapar de un sentimiento de un futuro incierto, poder asumir su sexualidad, entre otras, hacen parte de las tramas que motivaron esta decisión y que –según consideran– fue forzada y alimentada por la situación de inseguridad que empezaron a vivir.
“Ante la agonía de la situación que vivía nuestro país a nivel social, económico y político, a mí me toco decidir entre ir a la universidad o comprar algo para la comida. Se hizo casi imposible conseguir dinero para movilizarme, comprar materiales, estudiar y comer. Yo estaba becado y la universidad fue limitando los beneficios en cuanto a copias y libros. Yo me sentía asfixiado y estaba solo porque mi familia se había ido a Colombia una vez comenzada la emergencia humanitaria en el país. Yo me quedé con el afán de terminar mis estudios de contaduría pública, pero fue infructuoso, ya que la situación se agudizó y aún cuando mi mamá me enviaba remesas, el dinero nunca me alcanzaba. Por otra parte, mi salud mental se vio afectada porque yo nunca había estado alejado de mi familia. Es así como, en enero de 2019, tomé la firme decisión de abandonar mi hogar, mi barrio y mi país, para estar nuevamente con mi familia y poder seguir adelante. En Colombia podría tener una oportunidad para crecer profesionalmente”, expresa Jeison Torres, un joven gay de 27 años, oriundo del estado Miranda, municipio Sucre del área metropolitana de Caracas, radicado actualmente en Barranquilla, Atlántico.
El estrés, la desesperanza y la ansiedad parecieran ser factores psicológicos de mención común cuando se reflexiona sobre la relación entre salud mental y migración, pudiendo darse por el hecho que los procesos de movilidad se constituyen en factores detonantes de un cúmulo de reacciones negativas en las personas migrantes García (2017). Se ha encontrado en estudios sobre movilidad humana una relación entre eventos estresantes y dificultades que debe atravesar una persona durante todo el proceso de adaptación a una nueva cultura y las consecuencias en su salud mental” (Caribe Afirmativo, 2021).
“Adaptarse a una nueva forma de vida es difícil, más cuando deseas continuar con tu proyecto personal y profesional. Desde que llegué he deseado terminar mis estudios en contaduría pública y ha sido casi que imposible, ya que debo tener toda la documentación apostillada y es demasiado costosa. En mi caso, debo apostillar título, dos notas, pensum universitario y certificado de flujograma. Hace dos años que consulté para cotizar su valor y eran casi 2000 dólares. Debemos sumar a esto los transportes y trámites que se deben realizar desde Venezuela. Esto ha sido un choque para mí, aunque se ha convertido en un reto personal, ya que deseo seguir preparándome como contador y ver la posibilidad de poder homologar las materias que ya había cursado durante mis estudios en mi país. Aunque, de no poderse, estoy viendo la posibilidad de poder iniciar estudios en psicología o trabajo social, que también son carreras que, desde mi ejercicio como activista y formación como líder social, han llamado mi atención”, indicó.
Jeison es miembro de Integra, proceso organizativo, promovido desde Caribe Afirmativo, en asocio con la Fundación Interamericana, mediante el cual se promueve la incidencia y acceso a derechos de personas LGBTIQ+ venezolanas en procesos de movilidad humana, para que puedan ejercer una defensa autónoma y segura de sus derechos. Afirma que aún en medio de las carencias, los problemas y las dificultades, ha podido formarse como líder y conocer los derechos que lo protegen como una persona migrante y diversa.
“Aunque no me estoy desempeñando como contador, gracias a las oportunidades que se me han presentado para formarme como líder, estoy actualmente trabajando en una organización de carácter humanitario internacional como encuestador. ¿Cómo pasó?, pues un día me llamó un amigo y me habló sobre una oferta laboral dirigida a migrantes con condición regular así que, dudando un poco de poder quedar –porque ya me habían rechazado innumerables veces– fui, me entrevistaron y días después, me dieron la noticia de haber pasado el proceso. No puedo encontrar palabras para expresar la emoción de aquella llamada. Ahora me encuentro apoyando una investigación sobre flujos migratorios mixtos de Venezuela hacia Colombia. Es impresionante saber que solo pude pasar una selección de una organización internacional, no nacional, porque, por falta de empatía hacia los migrantes, niegan una integración laboral de personas en procesos de movilidad humana”, contó.
Sin embargo, aseguró que, al inicio, conseguir trabajo fue complicado debido a que, más allá de su experiencia profesional o la imposibilidad de autenticar sus documentos educativos, su nacionalidad era el motivo suficiente para ser excluido de alguna convocatoria laboral, pese a que su situación migratoria es regular. “Quizás no podía apostillar los documentos que necesitaba para seguir estudiando pero, considerando que había alcanzado a tener una formación técnica en Venezuela y estar en situación regular en Colombia, quise probar suerte postulándome a algunos puestos de trabajos de algunas bolsas de empleo del país. No obstante, cuando comencé a ir a las empresas y llevar mi hoja de vida con mis experiencias, me decían ‘¿cómo te vamos a dar trabajo, si eres venezolano?’. Aunque alegara que, sin importar eso, yo tenía mis papeles en regla, el ser venezolano negaba cualquier posibilidad de tener un buen trabajo formal”, recordó.
“Solo pude conseguir un trabajo formal después de un año en Colombia. Estaba muy deprimido ya que comenzó la pandemia, estaba desempleado, no podía estudiar, no podía salir a buscar trabajo. Me sentía, realmente mal. A veces pensaba, ¿Qué hubiera pasado si mi situación migratoria fuera irregular? Creo que nada porque, a pesar de que era regular, no encontraba un espacio para poder trabajar formalmente y aportar en los gastos de mi casa, que se incrementaban conforme la pandemia se agudizaba”, destacó.
La regularización, además de incidir en el cambio de imaginarios en la persona y la sociedad –respecto a que no se tienen derechos por no tener un documento– garantiza que no se tomen, por parte de los operadores de justicia y funcionarios públicos, decisiones arbitrarias e injustas contra las personas venezolanas. No obstante, la protección de derechos no es suficiente con la sola tenencia del documento físico, pues esto no transforma los imaginaros prejuiciosos en los que se fundamenta la xenofobia y la discriminación sexual. Es decir, este documento no soluciona todas sus problemáticas y luchas diarias de resistencia. “En aquel entonces no sabía que el negarme un trabajo fuera un tipo de discriminación. Hoy sí. Por eso, desde aquel momento, decidí conocer mis derechos para no vivir este tipo de rechazos. También me llegaron a decir que no me podían contratar porque en esos lugares estaban ‘inundados’ de venezolanos. Ese es un comentario que golpea muy fuerte, más cuando estás llegando por primera vez a un país que desconoces y deseas ser recibido con los brazos abiertos”, comenta.
Por otra parte, las personas LGBTIQ+ venezolanas en Colombia se enfrentan a una serie de prejuicios xenofóbicos y sexuales que, institucionalmente, suelen estar invisibilizados y desencadenan múltiples discriminaciones y violencias silenciadas en la vida cotidiana (Caribe Afirmativo, 2020). En este aspecto, Jeison afirma que en Colombia ha tenido que “ser más cuidadoso” al expresar su orientación sexual, a diferencia de Venezuela, donde no le daba miedo reconocerse como gay cuando se lo preguntaban. “Aquí uno puede enfrentar el chalequeo o, como dicen los colombianos, mamadera de gallo por ser diferente. Además, los señalamientos son más constantes. En la costa colombiana se ve mucho el machismo, la homofobia y la xenofobia. Por otro lado, yo me siento orgulloso de ser venezolano y es doloroso saber que al admitirlo, en algunas ocasiones, puede ser motivo para a ser discriminado y rechazado. Es decir, puedo ser excluido por mi nacionalidad y/o orientación sexual”, ratificó.
A raíz de todo lo anterior, Jeison ha estado trabajando en sus habilidades blandas para emplearlas en espacios donde deba interactuar con otras personas. “Esto me ha permitido mejorar mi relación con los demás de forma efectiva. He fortalecido mi liderazgo, la resolución de conflictos, comunicación asertiva, adaptación al cambio, inteligencia emocional, flexibilidad, resiliencia, entre otras cosas. Las habilidades blandas permiten que el trabajo en equipo sea exitoso y efectivo. De todas las habilidades blandas que he podido fortalecer, destaco la adaptación al cambio, pues ha sido la más importante. Si los migrantes no nos adaptamos a ese cambio no podremos seguir adelante. Es una de las habilidades más importantes”, finalizó.