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Cruzar el Tapón del Darién, un terror con impactos diferenciados para mujeres y personas LGBTIQ+.

Tapón del Darién

22 de septiembre de 2022. Desde hace años el Tapón del Darién es utilizado como forma de cruzar la frontera entre Colombia y Panamá, en un intento desesperado y con opciones ya agotadas, para muchas personas de países cómo Haití, Nicaragua, Venezuela y Colombia. En estos casos no queda más que cruzar esta selva, en la cual se enfrentan a situaciones que atentan directamente contra la vida y dejan en desprotección cualquier derecho que debería ser garantizado por el Estado.

El Darién tiene casi 12 mil kilómetros cuadrados de área. Su tamaño podría ser comparado con capitales de algunos países, con la diferencia de que este es un lugar selvático y con condiciones climáticas y de superficies extremas. Cruzar el Darién puede tomar de 4 a 15 días dependiendo las condiciones físicas de las personas y las cargas que lleven, aunque muchas veces deben deshacerse de sus pertenencias para alivianar el peso y poder continuar el viaje.

Las causas principales de muertes durante este paso son las crecidas repentinas en los ríos, los largos tramos de arenas movedizas, las picaduras de animales venenosos, el hambre, la sed, y en los grupos armados que deciden terminar con el viaje. Sólo esta semana, salió a la luz la desaparición de un hombre colombiano, cuyo último registro fue un video en el que está confundido y lleno de lodo en medio del Darién. Por otro lado, se halló también el cuerpo de una niña venezolana de diez años. Con ella son 14 las personas venezolanas que han muerto en esta selva, y otras 29 en la región al intentar tomar otras rutas migratorias, de acuerdo a David Smilansky, comisionado ante la OEA.

Como en muchos otros escenarios, este proceso acarrea riesgos diferenciados para una persona LGBTIQ+. El artista plástico Édgar Álvarez, más conocido por su proyecto ¿Se lo explico con plastilina? relata su experiencia investigativa en la selva, encontrando una advertencia que envía un mensaje específicamente a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+ en la ruta Acandí/Bajo Chiquito: “Evite por favor esta ruta si es mujer o niña/niño. Después de cruzar la frontera, hay un punto de asalto. Aproximádamente 15 hombres encapuchados salen con armas y VIOLAN EN BANDA SISTEMÄTICAMENTE A LAS MUJERES, NIÑAS DESDE LOS 10 AÑOS Y PERSONAS LGTBIQ, A TODO EL GRUPO LE APLICAN TRATOS CRUELES Y TAMBIÉN LE ROBAN TODO SU DINERO Y PERTENENCIAS DE VALOR. Si llega a Bajo Chiquito/La Peñita, avise a las autoridades para poder tener medicamentos para no contagiarse de VIH, tener anticonceptivos y ser atendida psicológicamente. El tratamiento antiviral después de exponerse al VIH se debe empezar antes de que pasen 72 horas desde la violencia sexual y se tiene que tomar de manera seguida por un mes y no tener relaciones sexuales no protegidas durante todo el tratamiento”.

Un mensaje de este nivel deja muchas preocupaciones, pues denota un conocimiento pleno por parte de la ciudadanía y las autoridades sobre las vulneraciones que sufren las personas que migran por esta ruta, pero también la ausencia de medidas efectivas para contrarrestar y eliminar estos hechos. Para Álex Pérez, investigador de Caribe Afirmativo y profesor de la Universidad de Cartagena, la situación del Darién está fuera de control ya que se conocen las cifras de las personas que salen de la selva, pero no de aquellas que ingresan. Esto imposibilita llevar un conteo real de las muertes que ocurren durante este cruce.

Álex resalta además el peligro en doble vía que representa el uso de las redes sociales, ya que estos medios son usados por grupos locales para captar a sus víctimas y contrabandear a personas con fines de trata. Si durante el trayecto una persona presenta problemas de salud es abandonada a su suerte, lo que se anuncia como una muerte segura. La indiferencia del Estado para acompañar y llevar una adecuada metodología que identifique estos flujos migratorios influye directamente en la muerte de más personas, cuyos sueño de buscar un mejor futuro se ve truncado y acabado en medio de la selva.

Utilizar este medio puede ser una experiencia de alto riesgo, pues las advertencias y las condiciones en las que se pueden enfrentar durante el trayecto son inimaginables, debido a la exposición a violencias, desapariciones forzadas y tratos crueles. Las afectaciones, no sólo físicas, sino también emocionales, pueden ser muy marcadas. El hecho de observar durante el camino diferentes escenarios cómo ver personas muertas o personas en delicado estado de salud y no poder ayudarlas deja huellas de este trayecto.

Estas afectaciones no suelen ser tratadas al llegar a sus destinos, lo que suma una carga más al duelo migratorio que vive cada persona después de haber sobrevivido al Darién. Las personas que han sobrevivido a este tránsito exigen a las autoridades estatales de Colombia y Panamá garantizar la seguridad de quienes migran en este recorrido, descriminalizando los procesos migratorios y humanizándolos.

Desde Caribe Afirmativo consideramos que es urgente que el Estado asuma la responsabilidad que tiene de garantizar los derechos de las personas en todos sus territorios, reconociendo que las mujeres y personas LGBTIQ+ sufren impactos diferenciales en el tapón del Darién. La regulación de flujos migratorios, el acompañamiento en salud física y mental, la prevención y atención a procesos de violencia sexual, las garantías de seguridad en el territorio, y por supuesto, la construcción de mejores condiciones de vida para las personas que se ven obligadas a migrar, son acciones necesarias que el gobierno debe estar llamado a asumir ante la compleja situación humanitaria de este territorio.