Más reciente Reflexión afirmativa

Conjugar el verbo acoger como una práctica humanitaria es una necesidad apremiante para las personas LGBTIQ+ que buscan lugares seguros para su proyecto de vida en la sociedad 

La movilidad humana de personas LGBTIQ+ en todo el mundo, motivada por múltiples factores, requiere de acciones humanitarias que brinden una acogida integral que no les haga más vulnerables en sus tránsitos migratorios o lugares de llegada.

El crecimiento de flujos migratorios en el mundo es la señal del fracaso humanitario de las prácticas neoliberales, que bajo el falso dilema de mejorar la calidad de vida, solo beneficia a unos cuantos y ha dejado a amplios sectores sociales y poblacionales sumidos en la violencia, la pobreza y la precariedad. Estos, buscando salvar sus vidas, huyen a esos lugares cada vez más blindados, donde se ha concentrado el bienestar: ausencia de acceso a derechos, imposibilidad de acceder a trabajos decentes y bien remunerados, violencia fratricida que afecta a los grupos poblacionales más vulnerables y el cambio climático que se agudiza en los territorios de menor acceso a recursos. Entre otros, estos son los principales factores que hoy tienen a millones de personas huyendo en búsqueda de otro mundo posible.

Si bien la movilidad humana como fenómeno social no es nuevo, ya que de hecho es connatural a los seres humanos ser nómadas, lo que hoy es impresentable es que lejos de ser un fenómeno espontáneo, termina siendo una presión cotidiana hacia ciertos sectores poblacionales que se ven obligados a huir. El encuentro con una ausencia de solidaridad de comunidades enteras que lejos de acogerles, aplican rechazos sistemáticos, hace más difícil que el desplazarse de sus lugares originarios y buscar donde llegar sin sufrir de exclusión, estigmas o discriminación. Son cotidianas las imágenes de grupos enteros de migrantes que mueren en el Mediterráneo, de las decenas que exponen su vida en el Darién, el riesgo de muerte en el cruce fronterizo de México con EE.UU., las redes de estafa promoviendo en África rutas migratorias, la expulsión por asuntos religiosos en países musulmanes, la limitación a libertades en países en dictadura, el sometimiento a prácticas selectivas como su enrolamiento a bandas criminales o redes de trata como condición de sobrevivencia, la práctica de trabajos forzosos y el aumento de nuevas expresiones de esclavitud. Todo ello en medio de una sociedad indolente y una clase política que cierra fronteras y hace de las personas en movilidad humana el nuevo enemigo al que hay que combatir.

Tanto en los grupos migratorios como en los procesos de movilidad individual, cada vez se cuentan más personas LGBTIQ+ que están siendo expulsadas o se ven obligadas a irse por su diversidad sexual, identidad o expresión de género. En el mundo, a mayor visibilidad, mayor riesgo. Pero, al igual que la mayoría de migrantes y en ocasiones con mayor agudeza, en vez de encontrar escenarios de acogida y solidaridad, reciben desprecio e invisibilidad precisamente por los mismos motivos que huyen: prejuicios internalizados que se convierten en violencia.

Entre los motivos por los que las personas LGBTIQ+ huyen, se encuentran cinco más significativos: 1. Altísimos niveles de violencia en países donde se criminaliza la diversidad sexual y de género como Camerún, Uganda y Arabia Saudita, pero también en otros donde son víctimas de violencia cotidiana como Colombia, Brasil y México. 2. Existencia de leyes que desconocen sus derechos, les persiguen o privan de sus libertades, como el derrocamiento de acciones afirmativas que en búsqueda de la equidad buscaban superar el déficit de derechos. 3. El auge de grupos anti derechos que, con un programa sostenido, vienen instaurando en los sistemas democráticos y prácticas sociales el odio como mecanismo de relación con las personas sexo-género diversas. 4. La inexistencia de acceso a derechos económicos, sociales y culturales, precarización en el mundo laboral, el subempleo y la ausencia de pagos justos en espacios laborales, así como la dificultad para formarse y capacitarse para mejores trabajos. 5. La persecución directa, tanto física, como verbal y simbólica hacia quienes enarbolan el liderazgo y la incidencia buscando mejores espacios para las personas lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersex y no binarios.

A finales del siglo pasado y la primera década de este, empezó a ponerse sobre la mesa la importancia de dar protección internacional a las personas LGBTIQ+. La declaración de Cartagena en 1984 de la OEA reconoció que existían condiciones especiales en el contexto para que los países de la región acojan a las personas, y que algunos estados como México y Costa Rica han usado para dar refugio a personas LGBTIQ+, reconociendo que el contexto es desfavorable por la homofobia y la transfobia. La declaración de La Oficina del Alto Comisionado para los Refugiados sobre los principios para acoger a las personas LGBTIQ+ en búsqueda de refugio y decisiones de algunos países como Canadá, España, Argentina e Inglaterra de acoger personas sexo-género diversas en riesgo en sus países se viene viendo obstaculizada. A nivel del sistema universal y los sistemas universales, la negación de poner explícitamente la responsabilidad de los Estados en esta materia, como ocurrió en la cumbre de refugiados en Ginebra en 2023, en la reciente reunión del G7 en Italia y las dificultades que algunos países de América y el Caribe están poniendo ante la solicitud de poner explícitamente en Cartagena +40 estas agendas.

Algunos países que tenían protección también están mostrando retrocesos o barreras que revictimizan a la hora de recibir solicitudes de asilo de personas LGBTIQ+, con acciones como: 1. Pedirles que demuestren la relación directa entre su activismo y el riesgo, a pesar de que el contexto es evidente. 2. La negación de reconocer y ampliar la solicitud a la familia social, cuando no hay matrimonio igualitario. 3. El rechazo, en detrimento de la víctima, cuando esta en términos coyunturales acude a prácticas como el sexo por sobrevivencia o cuando es “utilizada” por grupos al margen de la ley. 4. Someterles a procesos de acogida o regularización binarios que desconocen su expresión y/o identidad de género. 5. Proponerles acciones de acogida, como en las casas refugio o espacios de trabajo, que les revictimizan. Y en muchos casos, además, la pormenorización a la hora de estudiar una solicitud de acogida de que quien la pide es una persona sexo-género diversa y que sus motivaciones para huir están relacionadas con su diversidad sexual o de género.

Por ello, jornadas como la que nos propone estos días Naciones Unidas para pensar y mejorar las acciones de acogida que el mundo ofrece a las personas solicitantes de protección internacional deben tener un componente adicional: no solo requerimos que los países dejen ese falso nacionalismo y abran sus fronteras como un asunto humanitario que responda a una crisis que el capitalismo y el neoliberalismo exacerbado han creado; requerimos además que dicha acción sea interseccional, es decir, que ofrezca servicios de acogida no en bloque, sino entendiendo la particularidad de las vidas que migran y, allí, active acciones afirmativas para que los motivos de miedo que promovieron la huida no vuelvan a aparecer en la acogida. De otro lado, además, requerimos que los países y mecanismos regionales pongan fin a normas y prácticas en la cultura ciudadana que están poniendo en riesgo la vida digna de algunos de sus ciudadanos y que les está haciendo huir.

En el mundo hay persecución hacia las personas LGBTIQ+ motivada por el desprecio hacia la orientación sexual, identidad o expresión de género. Que el potencial que tiene la expresión “refugio”, tanto en las lenguas originarias como en las modernas, que coinciden en presentarlo como sinónimo de acoger, proteger, cuidar, declarar algo inviolable, sea la motivación suficiente para que hagamos un gran pacto mundial, donde la humanidad esté en el centro y en ella el reconocimiento a su diversidad. Que los sistemas políticos, económicos, culturales y sociales estén en el orden de contribuir a la realización de todas las vidas, sin detrimento de una por cuenta de otra, y que moverse por el mundo, como una casa común, sea un derecho y no una obligación o una necesidad, y que todos los lugares sean posibles para realizar el proyecto de vida de forma integral y sin restricciones de libertad.

Wilson Castañeda Castro 

Director 

Caribe Afirmativo