25 de abril de 2020. Las agendas LGBT que han crecido fuertemente en los últimos 50 años en el mundo y 10 años en la región, no escapa a las realidades sociales, de ser espacios de participación mayoritariamente de hombres gays, blancos, urbanos y si bien la sigla agrupa a personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex; se relaciona en la vida práctica mayoritariamente con hombres gays y a veces con personas trans. Es por eso que el mismo movimiento en los últimos años, viene haciendo reflexiones y transformaciones, lideradas por las mismas mujeres y gracias al feminismo, que les permite entender las acciones diferenciadas y los impactos de la violencia que lastimosamente son más desproporcionados hacia las mujeres y la urgencia de hacer de la lucha de la diversidad y de género una lucha feminista; erradicando hacia adentro del movimiento prácticas de machismo o patriarcado, que hagan más difícil la vida de las mujeres lesbianas, que ya deben sufrir los prejuicios relacionados con el género y la diversidad que perviven en la sociedad. Es por eso que en las agendas de incidencia y movilización cobran alta importancia: El Día de la visibilidad lésbica y el Día de las rebeldías lésbicas, el primer encarnado en ejercicios de visibilidad de la diversidad desde las mujeres mismas en el movimiento y la sociedad y, el segundo, para plantear transformaciones a las estructuras de opresión y dominación.
“A mayor visibilidad mayor riesgo”. Las violencias que acarrea el reconocerse en público como mujer lesbiana, bisexual o trans han sido descritas en diferentes publicaciones de Caribe Afirmativo (Enterezas)[1], por medio del cual hemos conocido de primera mano la realidad que enfrentan las mujeres lesbianas de la Región. Entre 2019 y marzo de 2020 se trabajó en un nuevo informe denominado “Enterezas en Movimiento”, por el cual tuvimos acceso a los testimonios de alrededor de 200 mujeres del Caribe Colombiano, Honduras y República Dominicana; lastimosamente la violencia, es una realidad común.
¿Cuáles son las principales violencias que afectan a las que las mujeres lesbianas del Caribe?
Durante la investigación se ha observado que los escenarios comunes más riesgosos para las mujeres LBT son el hogar, el espacio público y el trabajo y que las violencias más frecuentes contra las mujeres lesbianas afectan sus derechos a la dignidad humana, la autonomía personal, la libertad sexual y el derecho a la igualdad y no discriminación. Estas violencias se constituyen en discriminación, violencia sexual, feminicidios (y sus tentativas), lesiones personales, amenazas y violencia intrafamiliar. Los principales “motivos” por los cuales se ejercen estas violencias es para “castigarlas”, “corregirlas”, “enderezarlas” o incluso “eliminarlas”.
En el caso de las mujeres LBT, su orientación sexual e identidad de género es percibida socialmente como “desviada” o “subversiva”. Las violencias que se suelen ejercer en su contra por el hecho de exteriorizar su diversidad, pueden ser de orden discriminatorio o excluyente y por eso, suelen enmarcarse en lo que se conoce como violencia por prejuicio, una categoría socio-jurídica que permite acercarse de una manera más objetiva y precisa a este tipo de casos, desde la interpretación social de los hechos, hasta la adecuación penal de las violencias cuando estas configuran delitos. Si ser una mujer LBT representa, en cualquier sociedad, un desafío para el sistema patriarcal, ser una mujer lesbiana en el Caribe, donde persiste una cultura machista bien arraigada, implica una exposición segura a los señalamientos, etiquetas, burlas y discriminación. “A mayor visibilidad mayor riesgo”, sostienen muchas veces quienes llevan años luchando por los derechos de las personas LGBT. Por ejemplo, la visibilidad en el siguiente caso es clave para comprender la severidad de la violencia:
Mientras me gritaba machorra, me golpeaba el rostro contra el piso y sus familiares le gritaban que me diera más fuerte, como el macho que me creía (…) (Entrevista a mujer lesbiana, 2018).[2]
Incluso, vale resaltar que cuando se perpetra la violencia en razón de la orientación sexual o identidad de género de la víctima, esto suele conllevar a grados de complicidad social en distintos niveles:
Yo fui víctima de una violación por parte de un novio con quien me sentía obligada a salir, mi padre le apoyaba para que tuviera relaciones sexuales conmigo y efectivamente una noche me embriagó y ahí, abusó de mí (…) no te imaginas el dolor, algo imposible de contar; el asunto es que no hice nada, me sentí tan avergonzada, durante muchos años me culpabilice a mí misma (…) cuando conocí a mi actual pareja, es que tuve la fuerza para terminar esa relación tan enferma para mí (…) ahora el problema es que me amenaza y dice que se va a vengar de nosotras (Entrevista a mujer lesbiana de Riohacha, 2018).[3]
¿Cómo se sobreponen las mujeres lesbianas a esta situación?
Es importante resaltar que de los testimonios de las mujeres lesbianas también dan cuenta de iniciativas organizativas, resistencias, en cuanto al “ser” y el “hacer”. Las mujeres lesbianas han logrado visibilizarse a través de la movilización, la música y en general el arte. Para muchas, la visibilidad no es más que reconocer que la vida no ha sido fácil en razón de su orientación sexual, que así como les ha cercenado el goce de sus derechos, también ha provocado el surgimiento de apuestas de resistencia:
Yo creo que empecé a construir mi visibilidad en la medida en que fui de una forma u otra conquistando escenarios, uno correspondía conmigo misma, este fue el más difícil porque se trataba de dejar a un lado un montón de ideas construidas con respecto a las sexualidad, así que se trato de mirar en retrospectiva y permitir dar paso sin tantas limitaciones absurdas como lo que cargaba por dentro, amar a otra mujer. Mi segundo lugar de conquista fueron mis amigos, crecí y compartí muchas cosas con mía amigas del barrio, con la gente de la cuadra, este fue mi segundo lugar de libertad, el cual representó un impulso para luego conquistar el colegio, mi familia, conocer el activismo preguntarme por lo que viví, por lo que viven mis compas y por lo que no quiero que sigan viviendo (Mujer lesbiana de Cartagena, 24 de abril de 2020).
Algunas mujeres lesbianas explican este camino de emancipación, nada menos que como volver a vivir:
Re-existir más que resistir, sabemos que durante mucho tiempo hemos estado aquí contrarrestando, oponiéndonos, defendiéndonos de un sistema que nos las pone difícil, pero, aun así, re-existir invita a luchar contra lo que ha sido naturalizado para alcanzar nuestra emancipación (Entrevista a mujer lesbiana de Montería, 2020)[4].
Balance en materia de derechos de las mujeres lesbianas en el Caribe
En el último año, se ha presenciado el surgimiento y fortalecimiento de iniciativas organizativas y de movilización de mujeres lesbianas y se han empezado a poner varios temas sobre la agenda política y cultural del Caribe. Sin embargo en materia jurídica el avance es mucho más lento. Hoy, es claro que las mujeres LBT tienen derecho al matrimonio igualitario, adopción igualitaria, cambio de componente sexual y de nombre, en el caso de las mujeres trans; que tienen derecho a darse manifestaciones públicas de afecto igual que las personas cisgénero y heterosexuales, que la violencia física, psicológica, económica y sexual que antes se escondía bajo la “crianza” y “corrección” al interior de sus hogares, se llama violencia intrafamiliar y tortura y que es muy grave. Es sabido también que el Estado colombiano ha asumido compromisos internacionales para prevenir y sancionar la violencia en contra de la mujer, de la mujer diversa y que las autoridades están obligadas a implementar un enfoque diferencial de género a la hora de tratar casos de mujeres lesbianas, bisexuales y trans.
Ahora bien, los avances más significativos se han impulsado desde el activismo judicial de las juezas y jueces del país. La vía de la tutela es cada vez más utilizada para garantizar los derechos fundamentales de las mujeres lesbianas, sobre todo, en lo que tiene que ver con la protección del derecho a la igualdad y no discriminación. En Barranquilla, el año pasado se conoció el caso de “Licores la Licorera”, expediente que llegó a la Corte Constitucional, en el cual el personal del establecimiento discriminó a una pareja de lesbianas que departían en el lugar. El juzgado que conoció del caso en Barranquilla en primera instancia desestimó la tutela, pero afortunadamente, el activismo aquí lo encarnó la Corte Constitucional y se afianzó un precedente -especialmente para Barranquilla- sobre las manifestaciones públicas de afecto entre personas del mismo sexo.
Los retos fundamentales en materia de derechos de las mujeres lesbianas, bisexuales y trans giran en torno al cumplimiento de las normas, de los derechos que ya se han reconocido a las mujeres LBT. A pesar de estas disposiciones existentes, hay una realidad muy diferente en el día a día de los funcionarios y funcionarias aplicadores de justicia porque a pesar de que cuentan con los parámetros legales para lograr inclusión y garantía de igualdad, estos, en su mayoría, hacen caso omiso e incluso personifican la violencia. Allí es donde entra la “justicia rogada”, se inician los procesos, las denuncias, se interponen las tutelas para que puedan respetarse los derechos de las mujeres LBT. Es necesario entonces un mayor compromiso por parte de la institucionalidad en conseguir unas mejores condiciones de vida, en respetar esa visibilidad y no esperar a que se consuman graves casos de violencia para empezar a cambiar las cosas.
En esa vía es necesario identificar y desnaturalizar los prejuicios que existen en torno al ser lesbiana, el buscar el desmonte de los valores patriarcales y de la cultura machista que reproduce y afianza estos prejuicios, el proponer formas de relacionarnos más sanas y más solidarias, el hacer de nuestros hogares un espacio seguro para la diversidad sexual y aceptar que existen mujeres lesbianas que son madres y otras, sencillamente han decidido no serlo, el reconocer que el espacio público es público, precisamente porque no es de nadie y es de todas y todos al mismo tiempo, en fin, que la lucha por los derechos de las mujeres, en general es una lucha que requiere tiempo y que nos repensemos como sociedad.
¿Por qué celebrar el Día de la visibilidad lésbica?
El 26 de abril es un día en el que se pone de presente que durante mucho tiempo la lucha LGBT ha sido relacionada sólo con los hombres gays y que:
Las mujeres lesbianas nos encontrábamos bajo una sombra pero decidimos cambiar esto. Visibilizarse en este caso no puede representar un ejercicio de contemplación, creo que es inevitable notar a nuestro alrededor que cuando eres lesbiana y sales a la calle, te encuentras con gente que te silba, te dice cosas, te mira extraño y te sigue excluyendo y que nadie suele reprender o censurar esas actitudes, que estás sola y sigues sola. Visibilizarse en un día como el 26 de abril debe contener siempre una mirada a la interseccionalidad, a ese conjunto de categorías que te componen como mujer, que te han permitido construirte, pero por las que la sociedad te coloca en una situación de vulnerabilidad. La visibilidad poco a poco nos hace ganar espacio (Entrevista a mujer lesbiana de Cartagena, 24 de abril de 2020).
[1] Enterezas es un proyecto que promueve los derechos de mujeres lesbianas, bisexuales y trans, liderado por Caribe Afirmativo y Fundación Triángulo (España), con el apoyo de la AEXCID y el trabajo de organizaciones aliadas en Honduras (Somos CDC), Nicaragua (ANIT) y República Dominicana (Diversidad Dominicana).
[2] Tomado de Caribe Afirmativo (2018) Enterezas: mejorando la respuesta a casos de violencia a mujeres lesbianas, bisexuales y trans. p. 71. Disponible en: caribeafirmativo.lgbt/wp-content/uploads/2018/10/A-0539_OS_Investigacion-enterezazBAJA.pdf
[3] Tomado de Caribe Afirmativo (2018) Enterezas: mejorando la respuesta a casos de violencia a mujeres lesbianas, bisexuales y trans. p. 75. Disponible en: caribeafirmativo.lgbt/wp-content/uploads/2018/10/A-0539_OS_Investigacion-enterezazBAJA.pdf
[4] Tomado de: Caribe Afirmativo et. al (2020). Enterezas en Movimiento: Violencias, acceso a la justicia y (re)existencias de mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Honduras, República Dominicana, Nicaragua y Colombia. p. 155