3 de julio de 2020. Expresamos nuestro rechazo a los actos de violencia hacia estudiantes de la Universidad del Atlántico que han sido acosadas sexualmente por sus docentes.
En días pasados, una joven estudiante bisexual inició una fuerte campaña en contra de su profesor de ética y psicólogo de esta institución por haber sido objeto de acoso sexual y de haber sido seleccionada por el profesor, en razón de su orientación sexual. En las capturas de pantalla que realizó, como prueba del acoso, se aprecia como el hombre pretendía “ayudarla con su problema”, refiriéndose a la corrección de su bisexualidad, enviándole fotos de su pene y proponiéndole tener relaciones sexuales de forma virtual para que ella pudiera “reconducirse en su sexualidad”.
La violencia contra mujeres lesbianas, bisexuales y trans, LBT, que recubre la mayoría de escenarios de la vida, debe ser desmontada y aquellos prejuicios que la sustentan, desnaturalizados. Rechazamos enfáticamente el acoso sexual hacia las mujeres, sobre todo, en relaciones de poder como la de profesor-estudiante. Más aún, rechazamos la violencia sexual contra las mujeres LBT que tienen un contenido prejuicioso sobre la orientación sexual o identidad de género de la mujer y que pretenden anular su dignidad y su libertad sexual.
Las universidades públicas y privadas deben demostrar su compromiso con la transformación de esta realidad con la que lidiamos las mujeres y no tenemos por qué cargar. La violencia basada en género no es un lema o un slogan para hacer publicidad o ganar adeptos. El compromiso de las universidades se evidencia en la prevención y gestión de estas situaciones, en la debida investigación y acompañamiento psicosocial y jurídico a las mujeres acosadas. Igualmente, en las sanciones y atención específica que se le debe proporcionar al acosador. Incluso, las directivas universitarias deben plantearse el desestimulo real de este tipo de conductas repudiables al interior del profesorado, cuya consumación pone en riesgo el proceso de enseñanza-aprendizaje y la legitimidad de las propias instituciones.
La Universidad del Atlántico debe reevaluar quiénes y cómo es que hacen esos procesos de “orientación psicológica” que sirven de escenario para intimar con las estudiantes y pueden prestarse para situaciones como el presente caso de acoso sexual, en donde incluso, se pretende borrar la diversidad sexual de la mujer, vulnerando su dignidad y derechos sexuales. Es necesario reconocer que no se trata de casos aislados, de “hombres enfermos” sin más, sino, que se trata de un sistema que permite y habilita a los hombres para conseguir sexo a partir de sus posiciones de poder.
Las mujeres lesbianas, bisexuales y trans en el Caribe colombiano no deben seguir siendo objeto de hipersexualización o “corrección” a partir de actos de violencia sexual por prejuicio. Acompañamos a las mujeres que han decidido alzar su voz y expresamos nuestro ánimo de querer transformar juntas, la realidad hetero-patriarcal que encubre estas violencias.
¡Rompamos el silencio!