En Caribe Afirmativo, hemos pensado que sólo muere quien se olvida, y como olvidar al maestro, que nos permitió con sus investigaciones y crónicas, viajar a lugares invisibilizados y comprender que la vida también se vive en territorios donde la guerra no ha dado tregua. Alfredo, con su sentir y su mirada audaz del sociólogo que observa donde otros han puesto velos, nos abrió las puertas para pensar que la paz siempre es mejor camino, que la guerra.
Su legado, debe ser un compromiso para todos y todas quienes apostamos a la paz; visibilizar las voces de quienes las armas han silenciado, es quizá el desafió más honesto que nos deja y el alma de la verdad en nuestro país; una comprensión histórica de la vida cotidiana y de las múltiples tensiones y contradicciones de una sociedad que quiere la paz sin abandonar la guerra.
“La historia no el algo que ya paso, que ya les paso a hombres notables y célebres. Es mucho más, es lo que le sucede al pueblo común y corriente todos los días. Desde que se levanta lleno de ilusiones hasta que cae en la noche rendido sin esperanzas” (Alfredo Molano, 1944-2019)
Su lucha constante fue una tregua, para defender derechos de los hombres y mujeres del campo colombiano, para contar una historia viva que rechine con tambores y ritmos ancestrales, rescatar voces para desquebrajar silencios, cabalgar al lomo de una mula para dar cuenta de otras verdades, de esas que en el centro nadie reconoce o que sencillamente se pierden en la ruta. Alfredo, nos hizo recordar que en la periferias también se canta y la verdad se cuenta en una polifonía de voces. Y justamente esa pluralidad de experiencias y de voces deben ser escuchadas amorosamente y reconocidas como un derecho.
El maestro ante todo fue un constructor de paz, un caminante de la reconciliación, un fiel defensor de las diversidades, de los oprimidos, de los olvidados, de los condenados a las periferias territoriales y sociales. Sus huellas trazadas en las vidas de muchos de nosotras y nosotros, son pasos que nos recuerdan que el camino de la paz y la reconciliación por encima de cualquier interés deben ser nuestra prioridad y ese camino solo es posible andarlo con esos hombres y mujeres que siguen soñando con la llegada de nuevos días, donde al caer la noche, las esperanzas no se hayan rendido.