Lo que fue un sueño colectivo en el aula 311 del Claustro de San Agustín en la Universidad de Cartagena en 2009 para que la ciudad fuera espacios garantes para la diversidad, es hoy una realidad que se moviliza por varios territorios del país buscando que las vidas de las personas LGBTIQ+ sean plena y dignamente vividas.
La numerología oriental y occidental no suelen ser coincidentes; en las interpretaciones que dan al número 14 tienen cierta similitud: para los orientales es sinónimo de felicidad, para los occidentales, la madurez del cambio. En ambos significados es un número que significa llegada para hacer balance de lo que se tiene y seguir el camino; para los primeros, ya se tienen secuelas de felicidad y esto permite valorar los triunfos y empeñarse en nuevos desafíos; para los segundos, la perfección que es el 7 se ha visto reflejada en sí misma al superar otros 7 años y da seguridad en lo obtenido, está reforzado y de allí nace la fuerza para emprender, con dicho bagaje acciones más contundentes. En resumidas cuentas, catorce es un proceso madurado que se le exige mejorar y dinamizar sus formas de dar frutos.
Más allá de este ejercicio de leer realidades en los números, este número en mención es la cuenta de años que este fin de semana cumple Caribe Afirmativo. El 30 de septiembre de 2009, un grupo de personas que tenían en común tres causas: 1) la molestia por la impunidad ante el asesinato dos años antes del profesor Rolando; 2) su interés por contribuir a hacer del Caribe un territorio respetuoso de la diversidad sexual y de género y 3) un interés por rodear y reivindicar la participación histórica de personas trans en el cabildo de Getsemaní que años atrás había sido puesta en riesgo por ataques transfóbicos. Las pusieron en discusión y ante la conclusión colectiva de que eran necesidades que debían volverse agenda de ciudad, se organizaron y se creó oficialmente Caribe Afirmativo, denominándose así misma como una organización que promoverá el respeto y reconocimiento por la diversidad sexual y de género.
Luego de este acto colectivo, que al igual que este año cayó en sábado, se activaron dos ejercicios bonitos que dieron inicio a las labores: por la cercanía con la entonces alcaldesa Judith Pinedo, que siendo directora de FUNCICAR, había denunciado con preocupación el ataque a las mujeres trans en el Cabildo de Getsemaní y su interés de que su Plan de Desarrollo, llamado “Por una Sola Cartagena”, incluyera un diálogo con todos los grupos poblacionales, nos dimos a la tarea de organizar un primer gran conversatorio de ciudad sobre género y diversidad, para el que nos facilitó el emblemático teatro Adolfo Mejía, en el que el contador del teatro (que aún lo conserva) contó el ingreso de 476 personas, convirtiéndose en un hito en la ciudad en términos de diálogos públicos. En los días siguientes —y como un acto de reparación— organizamos con el apoyo del Instituto de Patrimonio y Cultura de la Ciudad (IPCC) la Primera marcha de la Diversidad en el marco del cabildo y en el barrio Getsemaní, presidida por las personas trans que años atrás habían sufrido discriminación en ese sector. Esta fue una concentración multitudinaria que no solo oficializó en el marco de las fiestas de la ciudad la participación de las personas LGBTIQ+, sino que además empezó a escribir un capítulo de movilización que hoy se despliega en varios eventos de la ciudad y sus localidades.
Luego de esto y por todos estos años, Caribe Afirmativo ha cosechado resultados significativos que —si bien no se traducen en bienestar pleno para las personas sexo-género diversas— han permitido que hoy sus agendas estén sobre la mesa en términos territoriales, no solo en Cartagena, sino más allá del Caribe y el país, y que el empoderamiento de personas LGBTIQ+ en la región hoy esté permeando sus realidades sociales, culturales y políticas. Por eso, siguiendo la vocación del conteo que propone la numerología, de forma subjetiva contaré 14 acciones que me parecen significativas en el cumplimiento del propósito y la finalidad de la organización:
- Pensar la diversidad sexual y de género desde lo comunitario como proceso ha permitido salir del gueto, pensar los espacios del movimiento y a la vez que cada uno de los miembros del movimiento se defina desde su pertenencia a una comunidad que puede ser consanguínea, afectiva, política, cultural o religiosa.
- Redefinir y transformar las formas de nominación baja la apropiación que cada persona hace de su proyecto de vida, más allá de las etiquetas, dando cabida a problematizar la sigla LGBTIQ+, resignificar expresiones como “marica” o “arepera” y permitir que la autoenunciación contrarreste la imposición identitaria.
- Problematizar el gay-centrismo, la racionalidad y la imposición de un modelo de movimiento LGBTIQ+ que gira en torno a agendas impuestas, provenientes del capitalismo que rápidamente cooptó al sujeto “gay” por su vocación de consumo y olvidó la autonomía que le es propia.
- Descentralizar la discusión de la agenda de la diversidad sexual y de género, evitando que sea una práctica que solo irradie desde el centro, prácticas que acojan las periferias y abogando para que las periferias puedan construir sus propias acciones y narrativas.
- Construir un movimiento desde la acción colectiva, donde la transformación de realidades y la conquista de espacios a escala social, cultural y político transformen la realidad.
- Formar liderazgos juveniles con enfoque feminista, donde la participación de mujeres que de forma creativa puedan estar en la delantera del movimiento y hacer del feminismo como teoría política la acción que denuncia y transforma la opresión.
- Documentar y denunciar las violaciones a los derechos humanos, y como acto de memoria y resistencia, abogar por la prevención de cualquier expresión física, verbal o simbólica que promueva el desprecio hacia la vida de las personas LGBTIQ+.
- Propiciar espacios de autocuidado, hermanamiento y bienestar de las personas sexo-género diversas en su cotidianidad, haciendo realidad la máxima de “vidas bien vividas”.
- Asumir la diversidad en su amplitud y dinamicidad e interseccionalidad y abordar acciones formativas y políticas desde la pertenencia étnica, el territorio que se ocupa, la espiritualidad que se asume, la posición política y el ciclo de vida, asumiendo que las vidas LGBTIQ+ son vidas plurales.
- Incidir de forma constante en los gobiernos con un plan concreto que exija resultados reales, en los tomadores de decisiones locales y autoridades ancestrales que acompañan las cotidianidades de las personas.
- Profundizar la vocación de construcción de paz del movimiento LGBTQ+ y exigir la superación del control moral emanado del conflicto armado, que afectó desproporcionalmente la vida de las personas sexo-género diversas y que hoy reclaman verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.
- Copar los espacios de participación y acción ciudadana para que aquellos escenarios en los cuales se construye la vida social, política, cultural y económica del país no existan barreras por prejuicios hacia la diversidad sexual o de género.
- Acoger a las personas LGBTIQ+ migrantes, refugiadas y retornadas que están llegando a Colombia, de tránsito o a construir su proyecto de vida, para que puedan encontrar afecto y protección de sus derechos de forma inmediata e integral.
- Politizar las agendas de exigibilidad de derechos en todos los niveles y acciones para pasar de los proyectos a los procesos, de la atención a las víctimas a la ciudadanía plena, de la representación a la participación directa y la promoción efectiva de veedurías ciudadanas y canales de comunicación críticos de la realidad de las diversidades sexuales y de género en Colombia.
Estas son algunas acciones que, por la posibilidad que he tenido de estar estos 14 años al lado de Caribe Afirmativo, leo de forma subjetiva, pero estoy seguro de que no son las únicas y que se pueden problematizar. De lo que sí estoy seguro es que cada una de ellas es ya en sí misma un motivo suficiente para reconocer que esta apuesta colectiva en memoria de Rolando Pérez y tantas personas más que han sido víctimas de la violencia prejuiciosa y la exclusión, ha valido la pena. Pues, si bien todavía hay que superar la violencia estructural y la falta de garantías para garantizar una vida digna en los territorios, el florecimiento del activismo, la acción colectiva permanente, la presencia creativa en el movimiento LGBTIQ+ y escenarios como la paz y la integración, hacen que este hoy sea un mundo donde nos nombramos, estamos y trabajamos para que nuestras vidas puedan ser posibles.
Gracias a quienes lo hacen posible desde las sedes que hoy tenemos en Cartagena, Barranquilla, El Carmen, Maicao, Ciénaga, Soledad, Montelíbano, Medellín, Urabá y Bogotá, al equipo de profesionales, pedagogas, lideresas y activistas en nuestras áreas Administrativas, de Derechos Humanos, Construcción de Paz, Comunitaria, Movilidad Humana e Incidencia; a la ciudadanía que nos acompaña y llena de alegría cada una de nuestras casas; gracias a las vecinas y vecinos, las organizaciones aliadas, los cooperantes y la comunidad internacional. También, en memoria de Rolando, Saúl, Jhon, Madonna, Angelina y otras que la violencia nos arrebató, y el compromiso de seguir luchando para que en cada territorio de Colombia, la paz sea sinónimo de diversidad, autonomía y libertad.
Wilson Castañeda Castañeda
Director Caribe Afirmativo