Editorial

12 años de resistencia por el reconocimiento

3 de octubre de 2021. La numerología nos enseña que detrás de un número hay siempre una oportunidad de resignificación de la vida. Por ello, hoy que cumplimos 12 años acudimos a resignificarnos como organización a partir de este número. En la mitología griega y los orígenes del judaísmo, el 12 está relacionado con lo justo, necesario y suficiente: fueron 12 los dioses del Olimpo, los apóstoles, las tribus de Israel y los meses del año, por citar algunos ejemplos; pero también para los egipcios el 12 es señal de bienestar, madurez y preparación suficiente que tienen los procesos para dar un salto proactivo, pues simboliza el orden y el bien, la perfección absoluta que se prepara a consolidarse, y esto es precisamente lo que convoca un aniversario de una organización social en estos tiempos tan difíciles: como consolidamos el proyecto social y político para que la igualdad sea costumbre.

Decir que un proceso social nacido en un territorio periférico cumple 12 años parece mucho tiempo, pero cuando vemos todas las tareas pendientes que tenemos aún para que se reconozca en la cotidianidad los derechos de las personas LGBTI, lo sentimos poco y rápidamente nuestras mentes nos trasladan a el jueves 30 de septiembre de 2009 en el aula 311 del Claustro de San Agustín de la Universidad de Cartagena a las 5 de la tarde. Ahí nos juntamos un grupo de gays, lesbianas y personas trans que vivíamos en Cartagena, convocados por la larga espera en el esclarecimiento del asesinato de Rolando, del que todas y todos los que estábamos ahí éramos amigos o teníamos un vínculo, y como dicha espera nos incomodaba, pues ya nos olía impunidad.

Esto ocurría en una ciudad en la que lo cotidiano es la discriminación. Justo en las fiestas novembrinas de 2005, en el cabildo de Getsemaní, las mujeres trans intentaron sacar su propia movilización, pero desafortunadamente fueron recibidas con insultos y agresiones físicas. Esta situación fue denunciada por Judith Pinedo, que justo cuando surge Caribe Afirmativo era la alcaldesa de la ciudad, por eso le buscamos y solicitamos como acción reparadora, garantizar en las fiestas de la independencia un espacio para las personas LGBTI, solicitud que fue acogida por el Instituto de Patrimonio y Cultura, convocando la primera marcha de la diversidad sexual de la ciudad, a la que contribuimos con la condiciones de preparar a la ciudadanía en un ejercicio de sensibilización social.

Por eso la primera tarea que nos dimos fue convocar un gran diálogo ciudadano sobre qué significa pensar la diversidad sexual y de género en una ciudad como Cartagena, y para ello conseguimos en préstamo el Teatro Adolfo Mejía, mayor recinto cultural de la ciudad, y si bien nos preocupaba lo vacío que se vería porque estaba acostumbrado a recibir decenas de personas en sus eventos, en esa ocasión estuvimos a la altura y según marcó el medidor de la taquilla 787 personas asistieron a ese gran debate público en el que la ciudad se planteaba como espacio para la diversidad y la disidencia. Allí, por primera vez, ciudadanos y ciudadanas cartageneras que históricamente habían estado en el anonimato por lo hostil de la ciudad empezaron a construir unas narrativas públicas de lo que significa ser LGBT, situación que desembocó en la primera marcha el 9 de noviembre de ese año como homenaje a las personas trans que años atrás habían sido agredidas y burladas y en esa ocasión pedían reconocimiento de sus derechos. Al día siguiente los medios de Cartagena hablaban de nuestra marea arcoíris y el Concejo de la ciudad abrió una investigación a las personas de la alcaldía que acompañaron el proceso con argumentos no solo prejuiciosos, sino cargados de estigmatización que confirmaban que todo estaba por hacer.

En 2010 el reto siguió, Cartagena era testiga de la acción ciudadana más significativa: la construcción de la Ley de Víctimas, que terminaría siendo un año después bajo la rúbrica 1448 la primera ley de Colombia que nomina a las personas LGBT. A dicho espacio nos invitaron, por ser anfitriones y por la necesidad de pensar la afectación del conflicto armado a las personas en razón de su orientación sexual, identidad o expresión de género. Tarea que nos acercó a los Montes de María para compartir con la ciudadanía resistente y conocer historias de vida de mucha ciudadanía desaparecida, desplazada y asesinada por su disidencia sexual y de género, ante la presión de los actores del conflicto armado que consolidaron un proyecto moral; reflexión que también nos acercó a La Guajira y sus retos de municipio fronterizo y de entrada, marcando dos ejes estratégicos de nuestro trabajo: con y desde las comunidades y dar cuenta de la exacerbación del conflicto armado a las personas LGBTI.

En 2011 llegaron las elecciones locales y allí, nos preocupaba la ausencia de propuestas en las campañas políticas para garantizar los derechos de las personas LGBTI, pero incluso la presencia de mensajes homofóbicos, misóginos y transfóbicos señalando a candidatos y candidatas como peligrosos para la democracia por su diversidad sexual. Ello convocó a otra característica de nuestro trabajo: la formación y el empoderamiento de las nuevas generaciones y allí nacieron las escuelas de liderazgo que se han mantenido de manera ininterrumpida y son semillero para el activismo juvenil y disienten de nuestros territorios. También a partir de ese año de la mano de los mismos líderes y lideresas, promovimos acciones de incidencia directa con el gobierno y actores locales para que asumieran un compromiso con nuestras agendas en los procesos de cultura ciudadana y en la particularidad de cada territorio.

Entre 2012 y 2013 fortalecimos nuestro conocimiento de las afectaciones del conflicto a las personas LGBTI, se consolidaron las Escuelas de Formación con un enfoque especial en construcción de paz y la incidencia local y se fortaleció el proyecto regional ubicando la sede en Barranquilla. En ese mismo periodo de tiempo iniciamos un ejercicio de litigio para que el asesinato de Rolando no quedara en la impunidad ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y consolidamos el Observatorio de Derechos Humanos como un ejercicio de sistematización para documentar violencia contra las personas LGBTI en el territorio. También acompañamos la construcción de políticas públicas a Nariño y Bolivar.

En 2014, fruto de nuestro trabajo y dedicación con la construcción de paz, fuimos la primera organización LGBTI invitada a la Mesa de diálogos entre el gobierno y las FARC, para dar propuestas de como el acuerdo de paz podía ayudar a avanzar al país en materia de igualdad, ya que el conflicto hizo más difícil la vida de las personas LGBTI. Dicho ejercicio que dio contribuyó en la construcción del enfoque de género del acuerdo de paz, primero en el mundo que busca identificar las acciones diferenciales y desproporcionadas de la violencia contra las mujeres y las personas en razón de su orientación sexual, identidades y expresiones de género. Ejercicio que luego nos convocó a las calles a promover pedagogías de la paz y no violencia con la ciudadanía, que hoy se refleja en la acción participativa que hacemos en el sistema de justicia transicional y en espacios de participación que creó el acuerdo de paz como los PDETS y los Consejos de Paz.

En 2015 dimos inicio al proceso de mayor consolidación de nuestra agenda territorial, las Casas de Paz y Afirmativas, un proyecto pensado para rodear iniciativas de resistencia en los municipios más afectados por el conflicto armado y acompañar procesos de consolidación de una paz que se hace realidad en la cotidianidad. En Maicao nos convocó el liderazgo trans de Madona y su saber ancestral wayuu; en Ciénaga el trabajo de la ciudadanía joven en la fiesta del caimán cienaguero; en Soledad los retos de las decenas de personas desplazadas por el conflicto armado que se reconocían como personas LGBTI; en El Carmen poner fin a la violencia sistemática que en la ruralidad reciben las personas por su orientación sexual, identidad o expresión de género; en Montelíbano los retos de la ciudadanía que se resiste a la violencia que se enquista en el sur de Córdoba; en Medellín el acompañar a los sujetos de reparación colectiva; y en Cartagena para no olvidar los retos que dieron origen a la organización.

En el 2016, año en el que se firmó el acuerdo de paz, la organización creció en su capacidad investigativa particularmente en lo referente a documentar la afectación del conflicto armado, el crimen de lesa humanidad y con la implementación del acuerdo de paz, consensuando un ejercicio juicioso de incidencia que hace que hoy ante el sistema de justicia transicional representamos 25 víctimas en los casos 04 y 05, hayamos presentado 12 informes a la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, y que acompañemos a un grupo de personas LGBTI que se consolidan como buscadores de personas dadas por desaparecidas. También participamos en la Alta Instancia, que le hace seguimiento al enfoque de género en el acuerdo de paz, en el Consejo Nacional de Paz y dinamizamos la participación ciudadana en los PDTES de Sierra Nevada-Perijá- Zona Bananera, del Sur de Córdoba y Montes de María, y en los Consejos territoriales de Paz.

Entre 2017 y 2018, la preocupación por un activismo mayoritariamente masculino y una agenda gaycentrica, las mujeres de la organización, en alianza con procesos en España, República Dominicana, Honduras y Nicaragua, dieron inicio al proceso Enterezas, que ha buscado promover espacios desde el feminismo y liderados por mujeres LBT para transformar las agendas del movimiento y consolidar enfoques diferenciales para el acceso a la justicia. También, la presencia en un territorio mayoritariamente indígena y afro, nos convocaron a fortalecer las alianzas con los pueblos étnicos y hacer de la interseccionalidad un mandato contundente para comprender lo que significa ser una persona LGBTI en contextos indígenas, afros, negros, palenqueros o raizales.

Entre 2019, empezamos a asumir el compromiso de lo que significa ser una comunidad de acogida para las personas migrantes, refugiadas y retornadas; con nuestro proyecto INTEGRA, no solo abrimos espacio en nuestras casas a las personas provenientes de Venezuela por la crisis humanitaria, sino que empezamos a promover una atención especializada jurídica y psicosocial y de orientación de servicios para acompañar su llegada, tránsito y permanencia en Colombia, poniendo la agenda de movilidad humana en los procesos LGBTI y la agenda de la diversidad sexual y de género en las políticas migratorias que están abriendo camino en el país, a la vez que se denuncian riesgos de discursos xenófobos que en su cruce con los prejuicios aumentan el nivel de violencia y la latente amenaza de trata de personas.

En 2020 y lo que va de 2021, la pandemia nos puso el reto de poner atención a los problemas estructurales de las personas LGBTI: la pobreza, inequidad, precariedad en acceder al empleo, la exclusión y la ausencia de proyectos de vida. El acompañamiento humanitario empezó a ser prioritario en nuestro trabajo sin desatender lo demás, por ellos dos e nuestras casas se convierten también en comedores comunitarios y cambiamos recursos de eventos y publicaciones por ayudar integrales a las personas que se vieron altamente empobrecidas en la pandemia, contribuyendo a mejorar su calidad de vida. Además, la emergencia de salud mental y la soledad que el confinamiento significó para las personas LGBTI en la pandemia, nos llevó con un sentido de responsabilidad a fortalecer nuestros programas de acompañamiento psicosocial y contribuir al bienestar integral.

Así llegamos a estos 12 años y queda más, profundos retos en materia de seguridad, pues se aumentan las amenazas contra los liderazgos sociales, la urgencia de blindar la implementación del acuerdo de paz y desmontar los discursos de odio que quieren poner límites para que retrocedan los derechos de las personas LGBTI. En estos doce años, también hemos perdido compañeros, muchos por la violencia, otros por el desgaste propio de la vida y algunos de forma intempestiva por lo indescifrable de la existencia. Nuestro equipo se ha visto renovado por personas maravillosas, algunas están desde 2009, otras se han ido y están ahora en otros lugares, pero siguen en nuestros corazones, y otras han llegado en los últimos años para llenar de alegría este trabajo por el respeto y reconocimiento de los derechos y juntes celebramos la llegada a estos años de los retos y la consolidación.